Este jueves conté aquí una crónica personal sobre un viaje al y a través del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles. Lo relatado era totalmente subjetivo y no hace verano. Lo experimentado, que para nada fue traumático, lo narro en un pódcast de Así como suena.
Esa publicación coincidió con noticias de que Aeroméxico cancelará vuelos desde el AIFA porque no tienen pasaje, y de que el presidente López Obrador se juntaría con su equipo para revisar la conectividad del nuevo aeropuerto; es decir, hay una coyuntura noticiosa sobre qué hacer con el Felipe Ángeles.
Reitero que el AIFA es víctima, para empezar, de una inexistente campaña de información sobre la conectividad que ya tiene desde hace muchas semanas: justo al redactar estas líneas, muy de mañana, en Radio Fórmula en un corte comercial se avisa que las obras al nuevo aeropuerto “estarán en tiempo y forma”. Eso, obviamente, puede generar la idea de que llegar a Santa Lucía es imposible o, simplemente, aún no es posible. Por supuesto, falta un tren, que estará a finales de 2023, pero ya hay caminos.
Por la ausencia de una campaña de promoción agresiva, sustentada en la realidad de que volar desde ahí resulta cómodo y (todavía) económico, pareciera que el gobierno federal espera que las operaciones en el AIFA se calienten sólo gracias al boca a boca.
De ser así, por desgracia, no despegará una obra que está lista para recibir a muchos más pasajeros: hoy el Felipe Ángeles mueve a 1% de todas las personas que vuelan en el sistema capitalino aeroportuario compuesto además por Toluca y el Benito Juárez. ¿Qué hacer?
Pregunté a alguien del sector de la aviación qué le recomendaría al Presidente para dar vida al AIFA. Aquí algunas de sus sugerencias.
Comenzar por entender que se trata de gestionar el sistema en su conjunto, es decir, no se puede consentir un aeropuerto y dejar caer el AICM.
Revisar la gestión de mandos castrenses en los organismos encargados de la aviación: dado que son marinos o militares quienes manejan la Agencia Federal de Aviación Civil o el AICM, en vez de eficiencia hay rigidez y falta de apertura: los uniformados no atienden recomendaciones, se escudan en que siguen órdenes, y hazle como sea. Y peor: se trata de personal y directivos que están aprendiendo a gestionar aviación civil. Tormenta perfecta.
Debería contarse con un plan claro, de un año, por ejemplo, de incentivos reales que inviten a usuarios a probar que volar desde Toluca o el AIFA hoy es mejor experiencia que desde el Benito Juárez. No forzar la mudanza estrangulando más el AICM.
Campaña de vigilancia policiaca permanente en vías que atraviesan Ecatepec rumbo al AIFA, para dar confianza de que no habrá percances de violencia o inseguridad en tu trayecto.
Meterle dinero: una malentendida austeridad habría provocado algunas de las fallas en la gestión del sistema –tardanzas, por ejemplo– que impacta a los tres aeropuertos: la gente del interior de la República abandona a la capital como hub de conexión a destinos internacionales. Si no invierten para corregir eso, la crisis será de mucho más que del Felipe Ángeles.
Las personas no se pelean con su dinero. Si los vuelos son realmente más económicos desde el AIFA (ayer un viaje a Cancún desde Santa Lucía para el puente patrio era 4 mil pesos más barato) podría ser un incentivo. Pero no hay flexibilidad de horarios, así que el costo podría no ser suficiente para vencer prejuicios y realidades: el gobierno gestiona mal el sistema aeroportuario capitalino. AIFA sido como AIFA sido.