¿Cómo llamamos a esto que ni siquiera se detiene por unos minutos a lamentarse de su trágica incapacidad? No le llamemos Estado.
¿Qué nombre merece en México el grupo de hombres y mujeres que tienen dinero, armas y encargo para dar seguridad, al que le ganan cada rato batallas en donde las bajas son los hijos de las familias mexicanas, de cualquier familia, cualquier joven, mujer u hombre?
Protesto solemnemente hacer cumplir la Constitución de la República o del estado, lo mismo da, salvo en lo correspondiente a la seguridad pública. Eso no lo haré aunque la nación me lo demande. Ejerceré el cargo sin conciencia de los y las muertas que no tendrán en mi escudo ni esperanza.
Ahora fueron cinco jóvenes en Lagos de Moreno. Mañana serán otro racimo en cualquier otro lado, incluso en Jalisco, por supuesto.
En México el Estado no existe. Acaso gobiernos, pero solo para recolectar impuestos, otorgar contratos, apagar uno que otro incendio, honrar algunas fiestas y declarar cosas que no existen o que no existirán.
¿Dar seguridad? Qué ingenuos. Esa la da el crimen organizado, no el supremo gobierno. Éste declara: bajamos el índice delictivo otra décima en este mes. ¡Qué bien vamos! Por qué las madres seguirán regateando la clara tendencia a la baja. Dejen de llorar oportunistas, politiqueras.
El crimen organizado da seguridad. La seguridad de que si eres joven y saliste a pasear, a cenar, a bailar y a un criminal le gustó tu novia o amiga, seguro te levantan. Si a ellos no les gustó como viste a una chava que van con ellos, también, es seguro, te levantan. ¿Llamen a la policía? También la levantan.
No hace mucho un político dijo que se sentía seguro viajando por el país. Qué verdad de perogrullo. Cualquier cincuentón o sesentón, sin ofender, tenemos más probabilidades de morir en la bañera que en la carretera. Son criminales, no tontos. ¿Para qué les sirve un político? (En eso coincidimos: para bien poco). ¿Miedo? Miedo que tengan los jóvenes y sus padres. Nosotros qué.
Los criminales son desalmados. ¿Por qué no tienen compasión y matan así? Difícil saberlo. Pero no es por el pasado, eh, ni por un preso en Nueva York, ni por un expresidente.
Son desalmados pero saben dos o tres cosas. Saben que el Estado no irá tras ellos. Saben que son más que el Estado. Y saben cálculo. Si mato a uno, me sale igual de caro que matar a cinco. Si mato a cinco provoco más miedo que si solo mato a uno. ¿Mato a uno que me la debe o ese con todo y sus amigos? Lo segundo es más redituable: crece la idea de mi poder, y el costo es el mismo: cero reacción del Estado, ensimismado en sus humos de vanidad. Maten a todos.
Un minuto de silencio por esas familias y esos sueños rotos a golpes, vejaciones, balazos y salvajismo propio de la prehistoria, de los tiempos sin Estado.
Quién será el valiente que le diga al padre que se aferraba el lunes regando el jardín para que “estuviera chido” cuando su hijo volviera. Yo no tengo tamaños.
Ese padre que quiso que su amor hiciera el milagro: si no veo las redes sociales, donde dicen que los vieron, regresarán prontito a desayunar cecina enchilada, panela, leche y quesos de los que se dan en esa tierra de cantera, trabajo y religión. A Lagos, donde la familia lo es todo. Regresarán a este país tan hermoso, y jijo de la chingada, al mismo tiempo, en donde no hay Estado.