Lo que diga la presidenta Claudia Sheinbaum puede cambiar una vida, un proceso político, el clima económico y, desde luego, la conversación pública, la jerarquía de los temas de la prensa, así como generar opinión favorable o negativa de cualquier tópico que aborde.
Su voz, encima, está de estreno. Goza de toda credibilidad luego de su contundente triunfo en las elecciones, de mensajes cuidados en la transición como, entre otros, los del día en que recibió su constancia de mayoría, y, por supuesto, los dos pronunciados el 1 de octubre.
No es crítica decir que la presidenta Sheinbaum está en proceso de encontrar su voz.
Ha sido activista, opositora, líder estudiantil, vocera electoral, funcionaria capitalina, alcaldesa, jefa del Gobierno capitalino y candidata presidencial. Además, claro está, de académica.
Hay fotos suyas en el CEU de la UNAM (1986) y protestando contra Salinas en California (1991); y una carta pública a favor de Palestina en La Jornada (2009).
La voz de esa trayectoria permanece en ella, y aunque hoy piense lo mismo, la Presidenta tendría qué analizar cómo ejerce su congruencia desde la investidura presidencial.
Porque el peso de lo que diga, así sea algo expresado en el pasado, es ahora muy distinto. No sólo por las consecuencias de una frase suya, sino también porque no puede darse el lujo de perder credibilidad, o de rebajar su autoridad.
Lo mismo aplica a lo expresado por colaboradores del gobierno federal. Y si es en su presencia, todo mensaje oficial adquiere una gravedad particular.
En la mañanera de ayer hubo un par de situaciones que nos pueden llevar a cuestionar si se está cuidando la voz presidencial.
La llamada sección Infodemia quiso desmentir una “campaña para desinformar sobre la situación de seguridad en Culiacán”. Al hacerlo sostuvieron que era “falso” que la afición de Tomateros hubiera abandonado a su equipo de beisbol de la Liga del Pacífico en el partido del 19 de octubre. La imagen de un estadio vacío, argumentaron, no correspondía a la concurrencia una vez iniciado el partido.
Al respecto, dos cosas. El gobierno de la República, el día después de una matanza de casi una veintena de supuestos delincuentes, anda preocupado por desmentir un aforo.
Aunque no lo haya declarado directamente su persona, se manda el mensaje de que eso, y no la polémica del desacreditado gobernador (es un decir) Rocha, ni las masacres cotidianas, ni una sociedad aterrada y semiparalizada, ya no digamos un diario (Debate) que sufrió un atentado y el rapto de un repartidor, es lo que ocupa el tiempo y preocupa a la Presidenta.
Y segundo: tanto afán por desmentir que un estadio lucía desolado, para que apenas unas horas después el equipo de futbol Dorados anuncie que no puede cerrar la temporada de la Liga Expansión en su sede y que jugará en Tijuana los juegos restantes. La razón es obvia.
La Presidencia queda como desinformada, ya no digamos como insensible.
Y la voz de la Presidenta debería ser cuidadosa, también, en asuntos judiciales sin sentencia.
Me refiero a un intercambio en la mañanera de ayer sobre un caso, por supuesto no juzgado, y donde uno pensaría que nadie mejor que la voz presidencial para fomentar la cultura de la presunción de inocencia, antes que la de la presunción de culpabilidad.
Así fue el intercambio de marras este miércoles en Palacio Nacional:
Reportero: Ayer fue aprehendida una persona, brazo derecho de Norma Piña. No voy a mencionar el delito, pero va en contra de las mujeres.
PRESIDENTA: Sí, menciónalo.
Reportero: Por abuso sexual.
PRESIDENTA: Sí, entiendo que fue la fiscalía de la Ciudad de México. Ayer también conocimos esta noticia. También es una persona que colaboró con –por lo que entiendo de las notas– con García Luna, que trabaja en la Suprema Corte de Justicia de la Nación y es una joven quien lo acusa de delitos sexuales.
Reportero: Ricardo ‘N’, se llama.
PRESIDENTA: Entonces, pues ahí está.
Vaya tiempos los que vivimos. Si quien prejuzga es, de viva voz, la mismísima Presidenta de la República, ¿queda espacio para juzgar en estricto apego a la ley? Duda válida en este, y en cualquier caso donde ella se pronuncie.