La semana pasada sonaron fuerte los pronunciamientos del gobernador Alfredo del Mazo. O, lo que es lo mismo, el mexiquense desplegó esos días una gran presencia mediática para justificarse por la derrota, gira de medios que contrasta con su bajíiiisimo perfil en los meses previos al 4 de junio.
Por ese y otros hechos ocurridos tras los comicios del primer domingo de este mes vale la pena repasar algunas repercusiones de la derrota de PRI, PAN y PRD en el Estado de México, del triunfo del tricolor en Coahuila, y sobre la gran velocidad que tomó desde el lunes el proceso sucesorio en Morena.
La derrota de los partidos tradicionales en el Edomex provocó un duro enfrentamiento entre el líder nacional priista y el gobernador Del Mazo, algo de división en el PAN, y el desesperado intento de los líderes del PRI, Acción Nacional y PRD para que su alianza no se les deshaga de las manos.
El CEN del Revolucionario Institucional reclamó a Del Mazo el haber abandonado a su partido. El mandatario contestó calificando al líder Alejandro Moreno de ingrato y falaz. No es menor que uno de los saldos para el PRI de un resultado con algunas cosas rescatables sea este duro pleito.
A favor de Moreno hay que decir que en el universo simbólico que también es la política estas campañas tenían, en cuanto al PRI, dos certezas contrarias: en Coahuila nadie dudaba que la elección la comandaba Miguel Riquelme, mientras que en Edomex se daba por cierta la falta de gravitas de Del Mazo.
No es que el gobernador coahuilense condujera la campaña. Fue algo más orgánico y anticentralista: Riquelme fue impulsando la carrera de Manolo Jiménez desde finales de 2020, lo cultivó para regresarle la gubernatura a Saltillo, donde Jiménez fue uno de los primeros de esa clase política en apoyar al mandatario torroenense, e impulsó la llamada ley Manolo para posponer la equidad de género hasta la siguiente elección. Todo ello con la ventaja de hacerle imposible a Alito Moreno la injerencia en la selección de candidato.
Y tampoco permitió que se instalara la idea de que le daba igual quién ganara, o que se sometía a AMLO, al que de hecho confrontó en la alianza federalista, al punto de asistir al registro de Manolo como candidato. Del Mazo, en cambio, iba a eventos con Claudia Sheinbaum pero no con su delfina.
Alito tuvo la habilidad de descargar la culpa sobre el gobernador mexiquense, lo que de paso le sirve para desviar la atención y no enfrentar el cuestionamiento de tanta derrota. Y Del Mazo muestra hoy un talante de determinación que es prácticamente inédito. Too little, too late.
En el mismo sentido, Marko Cortés quiere ya pasar la página del domingo sin atender los reclamos de panistas como Damián Zepeda, que de nueva cuenta argumenta en las alianzas con el PRI, y más con cuadro priista, la militancia blanquiazul se desanima, o no se vuelca cabalmente. Pero Marko no oye.
Los problemas no sólo ocurren entre los perdedores en el Edomex. Al ganar Morena en suelo mexiquense el lopezobradorismo entró en una espiral que ni López Obrador pudo parar con la cena el lunes en el Centro Histórico.
Los acuerdos del Consejo Nacional de Morena de este domingo tendrán que pasar la dura prueba del acatamiento y la disciplina.
La lección de los comicios mexiquenses con el triunfo para Delfina Gómez fue que les fue bien al jalar todos para el mismo lado. Justo lo que no hicieron tras el 4 de junio las corcholatas morenistas.