Tan cierto como que Andrés Manuel López Obrador empezó a gobernar mucho antes de rendir protesta en diciembre de 2018, es que apenas ganó la Presidencia reiteró la oferta de un paraíso donde estarían erradicadas “las lacras de la política” y la corrupción, un edén donde el maná sobraría porque el gobierno sería honesto y austero.
Con respecto a la austeridad, por ejemplo, tan pronto como el 13 de julio de aquel año anunció 50 medidas que regularían su conducta como Presidente, la de sus colaboradores, e incluso la de sus familiares.
El punto 14 de ese listado fue: “Se limitarán los gastos de viáticos”; el punto 17, “no habrá viajes al extranjero sin autorización del secretario”, y el punto 23, “nadie podrá utilizar aviones o helicópteros privados”.
Ya como Presidente, y a la espera de que se aprobara en el Congreso la ley de austeridad, el 30 de abril de 2019 el tabasqueño reiteró que se iban “a reducir al mínimo los viajes al extranjero, van a ser autorizados por el Presidente. No van a poder salir del país si no hay una autorización y una comisión especial que lo amerite. Vamos a controlar todo el gasto en viáticos (…) va a ser un gobierno completamente austero”.
Y finalmente, el 27 de julio del año pasado, al anunciar que se iniciaba la fase franciscana de la austeridad, AMLO reiteró que “casi no va a haber viajes al extranjero”.
Desde que era candidato en 2006 la oferta en las campañas de Andrés Manuel era que con él en la Presidencia se viviría una realidad distinta en cuanto a abusos y prepotencia de parte de los servidores públicos.
Prometió muchas otras cosas, que ya en el gobierno no le resultarán o que serán incluso peores (hay más pobres, según el último reporte de Coneval).
Pero de todas las promesas incumplidas, ningunas serán más costosas que aquellas donde su palabra quedará en entredicho porque él y sólo él no la quiso honrar.
Como se sabe, el lunes el periodista Ignacio Rodríguez Reyna publicó un extenso reportaje basado en correos de Guacamaya Leaks donde se ilustra cómo personal de la Secretaría de la Defensa Nacional discute y arma logística para viajes del general secretario y/o su familia.
La investigación periodística es un dardo que desinfla las promesas de AMLO de una conducta diferente de sus colaboradores. Son demasiados datos sobre indicios de conducta poco austera del general secretario y/o su familia.
Tras la revelación periodística, el Presidente hizo una cosa muy distinta a la que prometió en la transición, cuando dijo que la fiscalía anticorrupción investigaría a cualquier persona “trátese de quien se trate, incluidos compañeros de lucha, funcionarios, amigos y familiares. Un buen juez por la casa empieza”.
En vez de alentar al general secretario a aclarar las cosas –por el bien del propio funcionario y de su familia, y por el bien del gobierno todo, incluido el Presidente–, en vez de ello el mandatario respondió ayer en la mañanera: “¿Y qué? ¿Cuál es el problema?”.
El problema es que el reportaje proviene de documentos de la Sedena, ilustra lo que podrían constituir hechos contrarios a la espina dorsal del gobierno –la austeridad–, y es sobre viajes al extranjero, esos que AMLO dijo que sólo él autorizaría.
Sin una investigación que aclare, el influyentismo, esa lacra de la política (frase que le encanta a AMLO) será uno de los distintivos de este gobierno, que entonces pasaría a ser vulgar y corriente como tantos que hemos tenido.