El Comité Técnico de Evaluación entregó cuatro quintetas para la selección de sendos consejeros del Instituto Nacional Electoral. En el anuncio de esas alineaciones estuvieron presentes todos los integrantes del CTE, incluidos, por supuesto, Maite Azuela y Sergio López Ayón, que fueron propuestos por el Inai.
Esas quintetas, entonces, están respaldas por todos los integrantes del comité que evaluó a los cientos de aspirantes que respondieron a la respectiva convocatoria. Y aunque Azuela y López Ayón hicieron públicas argumentaciones sobre aspectos del proceso de selección, no descalificaron éste, ni al comité ni a las quintetas.
Con esos nombres hay que arar, dijo el CTE.
¿Qué hizo el PAN al respecto? El coordinador de sus diputados anunció un veto. Y el presidente de ese partido amagó al PRI para que ni se le ocurra evaluar las quintetas. Gente del tricolor pondera la posibilidad de un acuerdo, y quizá son los únicos que están en lo correcto: en intentar hacer política.
La primera dificultad para hacer política en este caso es que tenemos realidades paralelas.
En una, durante semanas el CTE, constituido legalmente, evaluó a cientos de mexicanas y mexicanos que se sometieron al comité porque era (fue) legítimo concursar por una consejería del INE.
Hubo suspicacias sobre el examen, denuncias de supuestas irregularidades de cómputo y, finalmente, un voto particular de Azuela. Pero al final hay 20 nombres. Con eso, el partido en el gobierno podría concluir el trámite y sacar a los cuatro nuevos consejeros, dos mujeres y dos hombres. Y dirán que fue legal, dirán incluso que legítimo.
En la otra realidad tenemos a la oposición y a parte de la comentocracia. A quienes al ver algunos nombres en las quintetas dicen, sin matiz, este es el plan C: se quiere capturar al INE y de esas cuatro ánforas sólo saldrá el veneno para el instituto. Así: cada nombre es tóxico y mortal por necesidad. Por tanto, hay que rechazar las quintetas.
Morena hizo trampa a la hora de constituir el CTE, poniendo ahí a cinco incondicionales, mayoría aplastante pues son siete miembros los que seleccionarían a los candidatos. Este es el argumento insalvable de quienes viven en la segunda realidad.
Pero hasta Reforma, que destaca en esta segunda postura, ayer tuvo que poner una especie de autodesmentido en su Templo Mayor: luego de que “denunciaron” que se secuestrará al INE con cualquiera de las integrantes de la quinteta dorada, ayer a regañadientes dijeron que una de ellas parece que tiene perfil propio a pesar de ser hija de un senador de Morena.
Frente a ello:
Morena es el partido mayoritario, ¿de verdad esperaban que renunciara a tratar de reflejar su condición a la hora de nombrar nuevos consejeros?
Azuela y López Ayón, de larga trayectoria independiente, ¿fueron abducidos por los morenistas y por eso hoy reconocen que el trabajo en el CTE fue real, arduo, serio y hasta respetuoso? ¿O fueron amenazados por AMLO? ¿O por Adán?
Más bien Azuela y López Ayón entendieron que la política no es necesariamente sobre lo deseable, sino sobre lo posible. Cosa que entendía bien, por cierto, el antiguo PAN.
Hay perfiles en todas las quintetas para intentar hacer política, para tratar de negociar, y si Morena no quisiera, si se amacha en insacular, para evidenciar otra gandallez del oficialismo.
Porque la “estrategia” de rechazar todo tiene tres defectos: este “CTE morenista” cumplió una ley que no hizo Morena, hay candidatos que merecen ser juzgados más allá de sus parientes, y hay otros que merecen que la oposición al menos intente hacer su chamba: política, cochina política.