Sandra Cuevas es de nuevo noticia. Por un lado, un juez quiere inhabilitarla un año. Por otro, colegas de La Lista revelaron que la alcaldesa ha contratado a tres de sus primos, en un evidente caso de nepotismo. Ha convertido a la alcaldía en la cueva de los Cuevas.
¿Por qué es relevante escudriñar desde medios “nacionales” lo que haga esta alcaldesa?
Por la importancia y el simbolismo de la Cuauhtémoc. Sede de poderes de la Unión. Y, como destacan los colegas de La Lista, porque teniendo medio millón de habitantes, en realidad la cruza a diario varias veces más esa cantidad de personas.
Uno habría esperado que la oposición hubiera elegido como candidata para ese puesto a una persona con experiencia, pero no. Ésa es la segunda razón: no tenía destacado palmarés y es hoy alguien a quien se inventa un día sí y otro también un padrino –Ricardo Monreal–, quien ni la reconoce ni la rechaza.
Un tercer motivo es por sus polémicos hechos y dichos. Tantos que parecen haberse vuelto parte del folclor de la grilla chilanga. Pero, como bien advierten por ahí, hay que tener cuidado con confundir lo folclórico con lo jodido:
Porque es jodido –para nada folclórico– aventar dinero a los que te apoyan en una manifestación, ya que te aprovechas de su necesidad. Borras los rótulos de los puestos semifijos, que constituían parte de nuestra identidad folclórica, ¿y en cambio los uniformas con el logo de tu “gobierno”? Inevitable no sospechar que pretendes manipularlos con un clientelismo jodido. Son folclóricas algunas puntadas como permitir los espantosos volumétricos de Bimbo en la Santa María la Ribera o la “idea” de convertir a la decadente zona Rosa en una copia chafa de Las Vegas (si tal cosa no es redundante), mas jode pensar quién cuidará del patrimonio cultural de la alcaldía. Y, finalmente, sería folclórico que una funcionaria electa se la viva disfrazándose de algo parecido a jefa de cuadrilla o de comando (¡?), pero más que joder el ánimo preocupa, y mucho, advertir que en tan explosiva, vulnerable y concurrida demarcación, a final de cuentas, ella es la encargada de la primera respuesta en términos de protección civil.
Una de las razones más poderosas para dar seguimiento a la labor de la alcaldesa Cuevas es que se supone que personifica un ejemplo de los cuadros que la oposición a Morena puede ofrecer a la ciudadanía. Y si este tipo de candidaturas y desempeño es lo que defienden, pues estamos, sin folclor alguno, jodidos.
El consuelo es que hasta hoy las alcaldías capitalinas no catapultan a la Jefatura de Gobierno. Claudia Sheinbaum es la excepción que confirma eso: porque sin el empuje de AMLO, difícilmente habría saltado de Tlalpan a la candidatura de Morena en 2018. Y por saberse sin el respaldo del tabasqueño, Monreal, entonces alcalde cuauhtemita, renunció a competir desde la oposición contra Sheinbaum.
Así que la alcaldesa Cuevas estaría, a nivel de poder ejecutivo, en el pico de su carrera política. Si tal pronóstico es exacto, entonces ¿por qué también se puede asegurar que el ruido mediático en torno a esta funcionaria seguirá?
¿Será que algún titiritero la utiliza para medir fuerzas al incordiar al morenismo, para ganar palanca en otras agendas? ¿Quién es ése que anda ahí? Ése que no es Cuevas ni sus tres suertudotes primos que, por cierto, La Lista no encontró a alguien que los conozca, al tiempo que la nómina de personal de confianza de la oficina de la alcaldesa aumentó en un nada folclórico más de 150%.