La oposición creyó que a estas alturas de septiembre suyo sería el dominio del Senado de la República.
Los opositores en esa cámara soñaron con que una jugada política les diera el control legislativo que las urnas les negaron hace cuatro años.
Claro, ese reino tenía un costo: el cetro del mismo lo llevaría Ricardo Monreal, pero si París vale una misa, dos años de atorarle el gobierno a AMLO bien valían entregarse al zacatecano. Pero todo fue un sueño.
En una semana pasaron los senadores de la oposición de la ilusión al desencanto. Estuvieron tan cerca –o eso creyeron– que hoy debe doler particularmente ver la sonrisa de Monreal, el hijo pródigo en vías de ser aceptado de nuevo por el patriarca de Morena.
Qué duro es el hubiera para esta huérfana oposición. Si Monreal hubiera agregado una docena de apoyos a la hora de elegir Mesa Directiva, si hoy fuera el presidente del Senado… Uy, qué cara tendría el de Palacio; uy, qué prescindible resultaría Alito; uy, qué republicana sería la discusión sobre la militarización, sobre política exterior y el T-MEC, sobre los nombramientos en el Banxico. Vaya fin de sexenio de protagonismo que aguardaría a la oposición.
La oposición le dio sus votos la semana pasada, pero Monreal decidió que estaba bien en casa así fuera objeto de descortesías. Y a los siete días ese sacrificio empieza a remunerarle al zacatecano.
En agosto, Adán Augusto López Hernández, secretario de Gobernación para más señas, plantó a Monreal y personas que le acompañan en la bancada de Morena. Vayan ustedes a Palacio, espetó el líder del oficialismo senatorial a quienes le objetaron por ser la causa de la discordia con el Ejecutivo.
Ahí creció la ilusión de los opositores: está roto el puente entre Monreal y su viejo amigo el Presidente de la República; no sólo no lo invitan, sino que ya le hacen un grosero vacío; intentarán colarle a un contrapeso como Higinio; su hora final ha llegado y el tiempo en que nosotros le ayudemos, también.
Pero –se sabe– no hay buenas segundas partes. Monreal no fue el mismo un cuarto de siglo después. Cuando tuvo todo para intentar un nuevo desafío a un presidente, desairó los votos opositores y aceptó que seguirá sirviendo al régimen en el papel de leal disidente: lo que resiste apoya, rezaban antes estos que ahora se dicen de izquierda.
La derrota de la jugada de la oposición habría sido menos dolorosa si hubiera quedado sólo en el clásico “ya merito”. En otras palabras, si no hubiera salido Alejandro Alito Moreno con su jugarreta en San Lázaro.
Si Monreal fuera el líder de la oposición, Alito no podría hoy ofrecerle nada constitucional al Presidente de la República. Si Monreal presidiera la mesa, el bloque de contención tendría vida e influencia. Si Monreal hubiera caminado la ruta que trazó en negociaciones, otra política sería posible.
En vez de eso. Adán Augusto apapacha a Monreal, Alito desfonda a la alianza opositora, los panistas quedan como los tontos útiles de la película, y los priistas en el Senado ya no están ni con el zacatecano ni con el campechano.
Hay cosas que salen mal. Mas la oposición en el Senado puede decir que ésta salió pésimo. Que con Alito de tránsfuga de la alianza, con Monreal encontentado con Palacio, su orfandad los reduce a la vulnerabilidad y quizá también a la irrelevancia.