El anuncio más importante de la primera gira de la dupla presidencial es que Coahuila y Durango se sumarán al IMSS-Bienestar. Es una consecuencia del resultado electoral del 2 de junio y una merma clara del federalismo que, sobre todo en el norte, tanto se defendía.
Apenas en marzo Andrés Manuel López Obrador se quejaba en la mañanera de que nueve entidades, todas de oposición, no cedían sus sistemas de atención médica al gobierno federal. El Presidente decía que, entre otras razones, la renuencia se debía a corrupción.
Todo cambió en las urnas. La abrumadora ventaja de Morena en las presidenciales y en el Congreso se tradujeron en esta aquiescencia de gobiernos priistas antes reacios a ceder sus hospitales. Gran noticia para las ambiciones de control del tabasqueño.
Cosa de recordar que en el mero arranque de la pandemia por el covid-19 fue precisamente Coahuila uno de los gobiernos más activos y protagónicos en cuanto a desconfiar de las atrabiliarias medidas de López-Gatell y López Obrador para contener ese virus.
De esos esfuerzos, al arranque del sexenio que ya pintaba para desdeñar a las entidades –y de paso a la Conago, organización que dejó de existir en esta administración– nació la llamada Alianza Federalista de gobernadores, que se soñó de resistencia ante Palacio.
Sus promotores iniciales fueron Miguel Riquelme, de Coahuila, Jaime Rodríguez, de Nuevo León, y Francisco García Cabeza de Vaca, de Tamaulipas; triada de gobernantes que aun antes del surgimiento del covid-19 dialogaba públicamente para atajar la violencia en su región.
Esa colaboración se intensificó y creció en número de gobiernos participantes con el golpe de la pandemia, y en paralelo con los fracasos del gobierno federal en el abasto de medicamentos y en el lanzamiento, previa cancelación del Seguro Popular, del Insabi.
La Alianza Federalista llegó a reunir a una decena de gobiernos estatales, incluido el de Jalisco, entidad muy vocal a la hora de criticar las estrategias de la Secretaría de Salud tanto en la pandemia como en el Insabi.
La Alianza Federalista fue reducida a anécdota (influyeron para eso cambios electorales y persecución judicial a Cabeza de Vaca) al tiempo que, tras un nuevo fracaso del Insabi, Palacio encargaba al IMSS-Bienestar un sistema federal de salud para todo público.
Desde el Seguro Social se comenzaron a firmar convenios mediante los cuales los estados cedían sus sistemas de salud a la Federación para que ésta los administrara bajo el esquema del IMSS-Bienestar. Los gobiernos de Morena ni chistaron, nueve de oposición se negaron.
Jalisco o Nuevo León, de MC, o los panistas Guanajuato, Querétaro y Yucatán, decidieron no ceder al IMSS la obligación de atender a la población no derechohabiente de algún otro esquema de cobertura médica. Coahuila y Durango, del PRI, también resistían. Hasta antier.
De gira por La Laguna, el presidente López Obrador utilizó eufemismos para revelar la claudicación de los gobiernos priistas. “Cuando inicie el nuevo gobierno va a haber tiempo de llegar a un acuerdo con Esteban (Villegas, Durango), con Manolo (Jiménez, Coahuila). No veo ninguna dificultad porque ellos están actuando con responsabilidad y se va a llegar a un acuerdo para que se pueda aplicar aquí en Durango y en Coahuila el IMSS-Bienestar”.
En temas de salud, es cosa de tiempo para que todas las entidades federativas queden reducidas a mironas de palo. El gobierno de Sheinbaum coronará el sueño de AMLO de concentrar prácticamente toda la atención sanitaria pública.
Gran reto para la próxima administración, y una muesca más a la pistola centralista.