Salvador Camarena: Peña Casanova

Enrique Peña Nieto tuvo el alto honor de ser presidente de la República Mexicana
Enrique Peña Nieto tuvo el alto honor de ser presidente de la República Mexicana
Exmandatario.Enrique Peña Nieto tuvo el alto honor de ser presidente de la República Mexicana
Facebook/Enrique Peña Nieto
autor
Salvador Camarena
Periodista
2019-07-16 |07:13 Hrs.Actualización07:29 Hrs.

Ser expresidente de México es una tarea ardua. Lo era antes de que le quitaran la pensión a quienes habían ocupado Los Pinos. 

Pero uno supondría que lo es más aún ahora, que por decisión del nuevo gobierno a los exmandatarios se les retiró el ingreso económico y la nada barata cuadrilla de ayudantes/choferes/escoltas. 

Debe ser arduo para todos los expresidentes, menos para uno que lleva por nombre Enrique Peña Nieto.


Peña Nieto tuvo el alto honor de ser presidente de la República Mexicana. Hubo quien dudó de sus capacidades para tan complejo cargo, pero se hizo inevitable en su partido y luego, honor a quien honor merece, sus escuderos Videgaray y Osorio le armaron la campaña que podía ganar y la ganó.

Ya en el puesto, era inocultable que lo suyo-lo suyo era la parafernalia del poder (López Obrador dixit). Sí, hubo reformas; pero también hubo relumbrón, cuatismo, indolencia, simulación de obras, impunidad, derroches y corrupción, mucha corrupción.

Como fuera, Peña Nieto entregó, en lo económico, un país mediocre pero estable, o viceversa. Pero en seguridad, la sangría que heredó de Felipe Calderón la convirtió en hemorragia de pésimo pronóstico. 

Con tal balance, después del 2 de diciembre, la única opción para el mexiquense era esperar discretamente a que el tiempo fuera benévolo con su sexenio. No lo logró.

Desde el 1 de diciembre hay dos fuerzas en pugna. Por un lado, aquellos que creen que hay que rehacer todo, de raíz; que nada del pasado inmediato funcionaba, que todo era frivolidad, simulación y rapiña, que las instituciones eran pretexto y coartada para el expolio de la camarilla corrupta.

Por el otro, están los que creen que vivíamos en el mejor de los mundos posibles, que no éramos Canadá pero casi, que no éramos Chile sino mejor, que nos parecíamos más a Alemania que a la Venezuela de Maduro.

Esas caricaturas del México de uno y otro lado son incorrectas. La única diferencia es que hoy, cuando los unos necesitan argumentos para ilustrar que el pasado añorado por los otros fue de una frivolidad insoportable, ahí está Enrique Peña Nieto y amigos para confirmar que la élite flota fuera de la realidad que es dada a los mexicanos que trabajan para vivir.

¿Qué hará Peña Nieto para vivir? Pensión, ya no tiene. Negocios (no se rían), no se le conocían antes de la política. Rico de abolengo (así se dice, ¿no?), pues como que no.

¿Qué hará Peña Nieto entonces para darse la vida de Casanova que lleva, según nos enteramos, queramos o no? Sabe.

Pero las finanzas personales del expresidente, muy suyas. Lo que su tren de vida (qué irónico hablar de “tren de vida” sobre quien no pudo concluir ni uno de los tres que arrancó) le consuma, podría ser sólo del interés de su familia. Sería, sí, si no fuera un expresidente.

Quitemos a Fox de la lista y los expresidentes vivos de México guardan una conducta pública más o menos decorosa. Zedillo el más.

En cambio, Peña Nieto parece afanado en dar razón a aquellos que siempre le creyeron sólo apto para la vida superficial.

Y, sobre todo, no parece reparar en que se ha convertido en la imagen en tiempo real de eso que la gente repudió el 1 de julio de 2018, en el balón de oxígeno que da vitalidad a los que pretenden hacernos tabula rasa, en el mayor estorbo de quienes intentan estructurar una defensa de lo que existía, en el figurín que cualquiera agarra para llevarse al baile lo que se había construido. 

En el peor enemigo de su sexenio. Oh là là.