Salvador Camarena: Qué raras precampañas

Claudia Sheinbaum y su equipo durante un acto de precampaña en Coyoacán
Claudia Sheinbaum y su equipo durante un acto de precampaña en Coyoacán
Las precampañasClaudia Sheinbaum y su equipo durante un acto de precampaña en Coyoacán
Cuartoscuro
autor
Salvador Camarena
Periodista
2018-01-04 |07:01 Hrs.Actualización07:00 Hrs.

Los partidos nos tenían reservada para esta temporada electoral las precampañas a la López Portillo, esas donde los precandidatos presidenciales hacen proselitismo sin oponente interno.

Una raya más al disfuncional tigre que es nuestra democracia; luego laméntense de lo bajo que salimos en encuestas sobre confianza democrática.

A nivel capitalino las precampañas también son sui géneris. Tenemos las de Claudia Sheinbaum y Mikel Arriola, que recorren todos los días la CDMX en algo que camina, hace, suena y luce como campaña… pero legalmente no lo es.

Y tenemos la más rara de todas, la precampaña del Frente, que si se fijan bien ni es del Frente, sino del PRD, ni es precampaña, pues teniendo, esa sí, tres precandidatos estos han renunciado, hasta hoy, a competir, a pelear por el puesto, a la guerra sucia, al debate, al periodicazo, a la crítica, al desplante, a retar, a sorprender a sus oponentes… en pocas palabras, precampañas que no despliegan una confrontación electoral que emocione al respetable, caliente el ambiente, ponga a todos a hablar, que sume simpatías a unos, que baje puntos a otros, que haga pensar que hay incertidumbre en el resultado y novedad en quienes creíamos demasiado vistos.

Aunque empezaron el 15 de diciembre, las precampañas del PRD para la candidatura a la Ciudad de México están más muertas que esos programas televisivos de concursos tipo marca y gana, que en las madrugadas tratan de esquilmar desvelados.

La culpa es de los perredistas. El formato acordado para esta precampaña del Frente, agárrense, excluye los debates. Literal. La izquierda (es un decir) que ha gobernado (es otro decir) la Ciudad de México decretó que como para qué forzar a sus precandidatos a un ejercicio tan choteado como debatir. No señor. Vámonos a los spots y los videoclips (aquí me van a acusar de ochentero) y a las redes y que Roy nos diga con su encuesta quién se posicionó mejor y luego el consejo de sabios, de esos que sobran en el PRD y en el palacio del ayuntamiento, decidan quién es el bueno (la buena) para disputarle a Sheinbaum la ciudad.

Cuesta trabajo entender por qué alguien como Salomón Chertorivski aceptó un formato que no fuerza a sus contrincantes –Alejandra Barrales y Armando Ahued– a debatir con todo el peso de la palabra.

Máxime cuando a la precampaña le quedan dos semanas. Concluirá el 18 de enero. En ese periodo, es cierto, es probable que Barrales, Ahued y Salomón acudan juntos a algunos programas de televisión y radio. Y seguro que los periodistas convocantes tratarán de que el debate incluya show, sustancia y nota, sueño de todo moderador de esos encuentros. Pero por lo que se ha visto hasta hoy, dudo que veamos algo así.

Porque lo que se ha visto hasta hoy es a un Salomón que se mueve en las redes (para ser del ITAM, no baila tan mal, eh), a una Barrales casi desaparecida y a un doctor Ahued que debe estar, como su famoso programa, esperando a la campaña en su casa. Pero competencia como tal, para nada.

O Salomón aceptó ser una cara comparsa que legitime a Barrales (cara por lo bien hechos y nada caseros que son sus videos, y por lo mucho que le desacreditará tanta propuesta si no remata con un zarpazo), o las precampañas ahora son un ejercicio más bien bobalicón donde está prohibido raspar al oponente en la esperanza de que un dedazo (priista, morenista o mancerista, da igual) salve a uno de los precandidatos del enfado de hacer una verdadera precampaña.