Por necesidad o por necedad la oposición va en reversa. Da pasos agigantados para presentarse ante la sociedad como una opción llena de pasado, sin argumentos de futuro. La invitación a Santiago Creel a coordinar la eventual campaña de Xóchitl Gálvez acentúa esa tendencia.
Creel está fuera de una competencia en la que su inclusión en un tiempo confirmó la carencia de buenos perfiles en el Frente Amplio por México, y en otro que, habiendo surgido éstos, no dimensionó que una de las aspirantes le rebasó desde el minuto uno en que se incorporó.
Concedido que el juego de símbolos que tanto gusta a ciertos partidos explica el que Gálvez le ofrezca en público la coordinación de la eventual campaña a Creel. Ni modo: hay clubes con rituales obsoletos y el PAN es uno de esos.
Pero si en verdad Creel termina incidiendo en la definición de algo programático o estructural dentro de la eventual estrategia de la hidalguense, entonces basta con mirar el retrovisor de la historia reciente para calibrar el éxito de esa campaña: el diputado no es bueno para estos menesteres.
Incorporar a Creel, si es que la invitación de Xóchitl fuera más que una cortesía, confirmará la señal de que la partidocracia que fue repudiada en las urnas en 2018 se niega tomar el lugar en la historia que le corresponde: bien atrás.
Gálvez y Paredes protagonizan una preprecampaña que capta la atención del círculo rojo. He ahí un logro que hace cosa de un semestre parecía muy cuesta arriba. Quien de ellas obtenga la nominación tendrá que pensar bien a fin de no echar por la borda el moméntum de esta primaria.
Se trata de agregar impulso, no de desperdiciarlo. Importará con quién te presentas a la contienda real; a quiénes no sumas –o les dices que te aguanten tantito–; qué tipo de campaña propones, con qué cuadros renuevas discurso, qué fichajes te dan músculo y empaque, novedad…
Los partidos del viejo régimen no se renovaron y salvo que Movimiento Ciudadano logre una sorpresa mayúscula, no hay de otra: PRI, PAN y PRD son el mal necesario para quienes creen que lo único importante es enfrentar o minimizar las posibilidades de que Morena gane o, peor, arrase.
En ese supuesto, y dado que de última hora sí se calentó la selección de abanderado opositor, qué pieza falta para que tal candidatura tenga más posibilidades antes que menos en las elecciones de 2024: que los mismos de antes no propongan lo mismo de antes con los mismos de antes.
Ya es demasiado que el PRIAN+PRD quieran presentarse como la salvación frente al accidente histórico que ellos mismos contribuyeron a provocar (Paredes dixit). Dado ese déficit, lo único esperable es que Xóchitl o Beatriz, apenas se hagan de la candidatura, cuiden con quién renuevan su crédito.
Quien gane la interna opositora estará obligada a ir a buscar votos más allá de las militancias y simpatizantes que ya tienen sus partidos. Es hacia afuera el esfuerzo que se requiere, la endogamia no les aportará competitividad.
Tener el gesto mediático hoy con Creel, pasa. Incorporarlo mañana en serio en la campaña, no. Algo sabía de eso su correligionario Felipe Calderón que no lo invitó y ni falta que le hizo en 2006.
Más que la unidad artificial, se requiere novedad. Más que repartir cuotas antes de tener el pastel, se requiere mandar la señal de que aunque con los partidos de antes habrá candidata con ideas y propuestas diferentes, que trascienden al foxismo, al calderonismo, al peñismo. Si no, pa’ qué.