El gobierno federal defiende, con números en la mano, que su estrategia en contra de la violencia va por el camino correcto. Y aunque cifras a la baja en la incidencia de delitos como el homicidio doloso representan un signo alentador, hay regiones enteras donde esas “buenas noticias” no representan alivio alguno pues están lejísimos de la paz.
México Unido Contra la Delincuencia tiene una útil herramienta para monitorear distintos delitos. Se llama Incidencia delictiva, y promete ayudar a los ciudadanos a conocer “la evolución histórica de los homicidios; feminicidios; delitos sexuales, contra la libertad personal y violencia familiar”. Usan para ello los datos mensuales del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. https://incidenciadelictiva.mucd.org.mx
Con datos procesados con esa herramienta se aprecia que, medidos por cada 100 mil habitantes, en 2022 hubo una baja en la incidencia de homicidios dolosos que ya se acerca al dato de 2017. En el último año completo de Enrique Peña Nieto se registraron 23.9 homicidios por cada 100 mil habitantes, mientras que ahora, en el año pasado, se registraron 24.6.
Y, lo más importante, se aprecia un descenso anual desde 2019. En éste hubo 28.2 por cada 100 mil; en 2020, 27.8; y en 2021, 26.7. Así que la baja parece alentadora.
Sin embargo, hay estados de la República donde, a pesar de que en 2022 también se registra un descenso, la cantidad de asesinatos es aún tan alta que no supone respiro alguno: Guanajuato y Zacatecas son un infierno donde la baja en homicidios no consuela.
En Guanajuato pasaron en 2017 de una tasa de 23.7 homicidios por cada 100 mil habitantes (feminicidio incluidos) a 54.1 en 2018. El año siguiente la tasa subió a 57.7, de donde aún se dispararía en 2020 a 72.4, por mucho más del doble del registro nacional. De ahí bajó en 2021 a 56.5 y a 51.8 en 2022.
Sin duda qué bien que en Guanajuato ya no están en la matazón de 2020, pero incluso con la baja están al doble del promedio nacional.
Y qué decir de Zacatecas, que se descompuso desde 2016, cuando registraron 34.8 homicidios dolosos, el doble del año anterior y casi el doble de la entonces media nacional (18.9). En 2017 la incidencia siguió al alza: 42.2; ahí se mantuvo en 2018 (43 asesinatos); 2019 pareció darles un respiro (la tasa fue de 39), pero 2020 desmintió el optimismo con 64.5 homicidios por cada 100 mil habitantes. Y en 2021, el infierno: tasa de 97.6 muertes dolosas.
¿Se puede hablar de alivio si ahora en Zacatecas en 2022 se registró una disminución? Pasaron de 97.6 que hubo en 2021 a 80.1 el año pasado (pero todavía más de tres veces la tasa nacional)?
Cada semana sabemos de asesinatos en esas entidades. Si se toman los números absolutos, pareciera que la entidad gobernada por los panistas arde más que la otra, gobernada por morenistas: 3 mil 281 personas asesinadas en Guanajuato en 2022, mientras que en ese periodo en Zacatecas murieron violentamente mil 352. Pero al sacar la tasa por cada 100 mil habitantes vemos la dimensión de sendas tragedias.
Estas cifras ilustran lo lejos que estamos de cualquier escenario donde el gobierno federal hable de éxito en su estrategia. ¿A quién le puede dar esperanza el hecho de que, a cuatro años de un nuevo enfoque, con una nueva policía nacional, ocurra un número tan descomunal de homicidios?
Y todo sin mencionar que cada una de esas tragedias enluta a familias y muchísimos quedarán en la impunidad. Falta mucho para tener buenas noticias.