La economía mexicana muestra señales claras de mayor debilidad, como lo dejan ver los resultados de la estimación oportuna del PIB para el primer trimestre del año, que publicó el Inegi.
Durante ese periodo, el PIB registró un decrecimiento desestacionalizado de 0.2% con respecto al trimestre anterior, la peor evolución para un enero-marzo desde 2009, cuando la actividad económica del país cayó en recesión.
A juzgar por las cifras, el de Andrés Manuel López Obrador es el peor inicio de sexenio desde el gobierno de Ernesto Zedillo, cuando el PIB se contrajo 5.7% en el primer trimestre de 1995, luego del llamado ‘error de diciembre’.
En el primer trimestre de 2001, con Vicente Fox, se registró un crecimiento de 0.1%; en el periodo enero-marzo de 2007, con Felipe Calderón, el PIB avanzó 0.7%, y en los primeros tres meses de 2013, con Enrique Peña, la economía creció 0.3%.
El desempeño negativo del PIB de México entre enero y marzo pasados fue producto de la contracción de 0.6% en las actividades secundarias (producción industrial) y de 0.2% en las terciarias (servicios), que han sido el principal motor de crecimiento en los últimos años.
Jonathan Heath, subgobernador del Banco de México, publicó en su cuenta de Twitter que “la caída (del PIB) hubiera sido mayor si no fuera por el avance de 2.6% en las actividades primarias” (producción agropecuaria).
Fue un periodo marcado por el desabasto de gasolinas en varias regiones del país, los bloqueos de las vías férreas en Michoacán, los conflictos laborales en Tamaulipas y los subejercicios en el gasto público.
El crecimiento anual del PIB en el primer trimestre de 2019, también con cifras ajustadas por estacionalidad, se ubicó en 0.2%, que representa un virtual estancamiento.
Además, es la menor expansión anualizada de la actividad económica desde el cuarto trimestre de 2009, según los registros del INEGI.
Con cifras sin ajuste estacional, el crecimiento anual del PIB en el periodo enero-marzo fue de 1.3 por ciento, prácticamente en línea con la expectativa del mercado, pero confirma que la economía mexicana experimenta una desaceleración pronunciada.
La tasa de crecimiento anual, con cifras sin ajuste estacional, se vio favorecida por el hecho de que en 2018 la Semana Santa tuvo lugar en marzo, mientras que en este año cayó en abril.
Dicho de otra manera, en el primer trimestre de 2019 hubo dos días laborales más que en el mismo periodo del año anterior.
La economía mexicana no muestra un ‘arrastre’ de la demanda externa, particularmente de Estados Unidos, que mantiene un crecimiento estable.
Tampoco se ve favorecida aún por los proyectos de infraestructura del gobierno de AMLO, como el aeropuerto de Santa Lucía y el Tren Maya.
Aunque la producción agropecuaria continúe creciendo como hasta ahora, su contribución es insuficiente.
El reto es evitar otra contracción del PIB en el segundo trimestre que haga caer a la economía en recesión.
Veremos.