Y cuando despertó, el PRI seguía ahí… Como si se tratara de un microrrelato que envuelve una larga memoria, la historia del Partido Revolucionario Institucional (PRI), se cuenta desde su raíz revolucionaria y la hegemonía política en la que se encumbró en el siglo XX, hasta la reducción de su presencia en el mapa electoral mexicano.
El partido es criticado o amado, según la óptica de quien lo observe. Lo que es innegociable entre los anaqueles históricos, es que el PRI nació, se desarrolló y creció como un gigante político en una relación simbiótica con la construcción del México posrevolucionario.
La primera memoria tricolor es del 4 de marzo de 1929, cuando tras el asesinato de Álvaro Obregón, y con la idea de pasar de la “época de los caudillos a la época de las instituciones”, el entonces presidente Plutarco Elías Calles encabezó la creación del Partido Nacional Revolucionario (PNR).
Una década más tarde, como si se tratara de una metamorfosis que buscaba alcanzar una nueva etapa de desarrollo, el 30 de marzo de 1938, en medio de la efervescencia nacionalista por la Expropiación Petrolera, el PNR se ‘transformó’ en el Partido de la Revolución Mexicana (PRM), con el impulso del presidente Lázaro Cárdenas.
No había sido todo: la tercera y última fase llegó el 18 de enero de 1946, con el lema ‘Democracia y justicia social’, en la recta final de la gestión de Manuel Ávila Camacho.
El PRI —como ahora lo conocemos— había nacido y, con él, la historia de la hegemonía política que conquistó y cuyo pináculo se alcanzó con los 71 años de presidentes emanados del tricolor y una extensa pasarela de gobernadores, senadores, diputados y presidentes municipales surgidos de sus filas.
En 1988, con Carlos Salinas de Gortari como candidato presidencial, registró el menor porcentaje de votos desde su fundación, una alerta activada desde las urnas. En 1997, por primera vez en su historia, perdió la mayoría en la Cámara de Diputados, una situación que no se ha superado y que sólo se ha agudizado.
El gigante hegemónico estaba herido… y aún venía ‘lo peor’. En 2000 el partido enfrentó su primera derrota en una elección presidencial: le fue arrebatado el poder que tan celosamente cuidó y, a manos del PAN y su candidato Vicente Fox, vio caer el imperio. La alternancia se había consumado.
El tricolor se cayó de la silla presidencial, a la que no regresó sino hasta el 2012, con Enrique Peña Nieto, cuyo sexenio culminó en 2018 con la fotografía de la entrega de la banda presidencial a un expriista: Andrés Manuel López Obrador, quien verá a Claudia Sheinbaum continuar su legado y el de Morena, a partir del 1 de octubre.
La ruta de la historia contemporánea del priismo no sólo lo tiene marginado de la Presidencia, además redujo drásticamente su presencia nacional: sólo gobierna dos entidades (Coahuila y Durango), mientras que en el Congreso mantiene una representación que parece no será suficiente, incluso aliado con el PAN y el extinto PRD, para frenar reformas constitucionales emanadas desde el “nuevo poder”.
Además padece una desbandada y encono con cuadros primarios como exgobernadores y hasta expresidentes del partido, entre ellos Dulce María Sauri, Alfredo del Mazo, Miguel Ángel Osorio Chong, Claudia Ruiz Massieu, Eruviel Ávila, Alejandro Murat, Héctor Astudillo y Omar Fayad, por citar unos ejemplos.
El PRI que gobernó el país por décadas y en el que se crearon entes como Petróleos Mexicanos (Pemex), el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit), la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) o el mismo Instituto Politécnico Nacional (IPN) está marginado del poder que lo caracterizó pero… ¿en qué parte de su historia se sitúa? ¿Qué le pasó al PRI?
LA REDUCCIÓN Y LA REALIDAD
Exmilitantes priistas y expertos analizan la situación actual de ese partido que vio desfilar a decenas de funcionarios electos.
El senador Miguel Ángel Osorio Chong asegura que el tricolor está reducido. Afirma que, tras 95 años de vida, hoy hablamos de “un partido chiquito; en las elecciones del 2012 el PRI obtuvo 16 millones de votos. En comparación con 2024, sólo consiguió 5 millones, una caída del 65% y obtuvo únicamente el 9% de la votación”. Además, advierte que es un partido que “ha perdido más de 5 millones de militantes”.
En tanto, Manlio Fabio Beltrones, exlíder del tricolor, ve al PRI como “un partido político con una vida pública normalizada con malos resultados electorales”.
Agrega que hoy el PRI tiene “más expulsiones que afiliaciones”, en parte, dice, se debe a que al interior hay una “negación a platicar con quienes piensan distinto, cuando esa era la riqueza del PRI que le permitía sobrevivir”.
Dulce María Sauri, presidenta del partido de 1999 a 2002, ubica al tricolor en el escenario más delicado de su historia. Señala que “no hay ningún antecedente a un momento como el que vivimos” y añade que enfrenta “una verdadera fuga de votantes y de militantes” que, si bien lleva décadas, se profundizó desde el 2019.
Sauri explica que además de su evidente debacle, hoy el priismo se encuentra en una posición que contraviene a sus orígenes: “El código genético del PRI no está preparado para ser oposición”, y añade que por ese motivo le cuesta más afrontar su actualidad como ente opositor.
Sobre la desbandada de perfiles, explica que es natural que cuadros busquen otros partidos, pues “así nació el PRI, con el ADN del poder y así entiendes por qué priistas tan fácilmente se van a Morena, porque nuestro ADN es el poder… si el poder cambió de siglas, ellos van con el poder, no con las siglas”.
Esta visión es compartida por el académico y analista político Ulises Corona, quien afirma que los políticos del PRI, acostumbrados al triunfo, deciden cambiarse a un partido donde les garanticen un cargo o estabilidad: “No es fácil ser oposición en este gobierno que utiliza el poder en todas sus formas mediáticas”, señala.
En esa línea, el doctor en Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, Maximiliano García, destaca que el tricolor está “en el punto más crítico; en los últimos años ha venido desdibujando su imagen y su identidad como partido político”.
Ahonda que ahora es un “partido que dejó de tener una agenda clara en términos de ideas y más bien empezó a funcionar de manera mucho más pragmática, tratando de conservar ciertos espacios de poder una vez que la alternancia empezó a intensificarse en el país”.
¿FUTURO O EXTINCIÓN?
Los expriistas y analistas consultados coinciden en que el partido está en la etapa más difícil de su historia, y que, para sobrevivir políticamente, el priismo debe partir de la autocrítica, ofrecer una disculpa a la sociedad y mirar hacia el frente.
La diputada priista Ana Lilia Herrera subraya que, tras la derrota en los comicios federales de 2024 en los que el PRI, por primera vez en su historia no abanderó una candidatura propia, las bases deben someterse a “un ejercicio de reflexión, de autocrítica para entender, con mucha humildad pero, sobre todo, con mucha autocrítica, el mensaje” emanado desde las urnas.
Osorio Chong destaca que el partido debe refundarse y evitar reelecciones, pues de seguir por ese rumbo, “será el último clavo del ataúd y las y los mexicanos habrán de dejar de votar por ese partido que alguna vez los representó y ayudó a construir las instituciones de este país”.
El académico Maximiliano García acota que si el PRI continúa nutriendo un ambiente de división en sus filas “entonces sí, creo que podamos estar cercanos, en el mediano plazo, a una especie de extinción”.
Finalmente, Dulce María Sauri lamenta que “si esto sigue por el camino que va, el PRI se va a volver una franquicia inútil, que no sirve a nadie, no le sirve al sistema de partidos en México, un partido lastimado, desprestigiado por la actuación de su dirigencia, con serios cuestionamientos”.
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