Las 7 historias más macabras de asesinos seriales en México

El tema ha causado revuelo en México, y los casos no son nuevos
El tema ha causado revuelo en México, y los casos no son nuevos
Asesinos seriales.El tema ha causado revuelo en México, y los casos no son nuevos
Especial/Nación321
Nación321
2018-10-09 |14:51 Hrs.Actualización14:50 Hrs.


CREEMOS QUE IMPORTA POR...

Porque estos personajes despiertan el interés de la ciencia, pero también han causado mucho daño a la sociedad 

Juan Carlos "N" y su pareja, Patricia "N", solían destazar y guardar restos de mujeres en cubetas de concreto o en el refrigerador.  

Pero esta historia, que ha causado mucha controversia en México, no ha sido el único caso en el que un asesino serial se robó la atención de los mexicanos, e incluso ha habido situaciones más sádicas en el país. 

Es por esto que decidimos dejarte una lista de los siete casos más macabros de asesinos seriales en México. 

CARMEN, LUISA, DELFINA Y MARÍA DE JESÚS GONZÁLEZ VALENZUELA, LAS POQUIANCHIS 

Las hermanas González Valenzuela, a mediados del siglo pasado, recibieron una herencia de sus padres que decidieron convertir en un prostíbulo de renombre. 

En San Francisco del Rincón, Guanajuato, las hermanas se hicieron famosas por manejar el mejor negocio de su tipo, y fue ahí que se les apodó "Las Poquianchis" en referencia al antiguo dueño del local. 

Pero lo que los habitantes de San Francisco del Rincón no sabían era que las mujeres que trabajaban en el prostíbulo de "Las Poquianchis" eran víctimas de secuestro que habían sido forzadas a trabajar como sexoservidoras, a aguantar fuertes torturas y a tomar parte en ritos satánicos. 

Fue hasta 1964 que, cuando una de las trabajadoras se escapó y delató a las hermanas, éstas fueron detenidas por las autoridades. Al revisar la casa de estas mujeres, los investigadores encontraron restos humanos enterrados en el jardín y vestigios de que las víctimas de las hermanas habían sido sepultadas cuando aún tenían vida. 

JUANA BARRAZA, LA MATAVIEJITAS

Juana Barraza era una afanadora, vendedora y luchadora que, a finales de los años noventa, se hizo fama como una de las asesinas seriales más temidas en la historia mexicana. 

Y es que Barraza, en sus horas libres, se le acercaba a ancianas en la calle y las hacía creer que era enfermera. Después les ofrecía sus servicios y, cuando aceptaban, se encaminaba con ellas a casa, en donde las asesinaba y se robaba sus pertenencias. 

Así se ganó el apodo de La Mataviejitas

Pero Barraza, que siempre vestía de rojo al cometer sus crímenes, fue detenida en enero del 2006 y recibió una sentencia de más de 700 años de cárcel. 

La gota que derramó el vaso fue el asesinato de Ana María de los Reyes Alfaro, pues Barraza no contaba con que la anciana vivía con un inquilino que llegó a casa poco después del crimen y llamó a las autoridades cuando se dio cuenta que la víctima estaba sin vida. 

La policía detuvo a Barraza poco después y terminó con su racha sangrienta. 

RAÚL OSIEL MARROQUÍN, EL SÁDICO

Junto con Juan Enrique Madrid, Raúl Osiel Marroquín, también conocido como El Sádico, operaba un esquema macabro en la zona rosa de la capital del país. 

Ahí, en colaboración con Juan Enrique, seducía hombres homosexuales y los invitaba a su departamento, en donde los sometía, los torturaba y se hacía de sus bienes. 

Después, Marroquín y Madrid negociaban con los familiares de las víctimas y les exigían un monto para el rescate, pero rara vez cumplían con su lado del trato. Más bien ahorcaban a los secuestrados con una soga y los destazaban.

En el departamento ambos hombres metían los restos de sus víctimas en maletas de viaje y las abandonaban en la calle. 

FELÍCITAS SÁNCHEZ AGUILLÓN LA TRITURADORA DE ANGELITOS

En 1941, un hombre en el edificio de la calle Salamanca 9, en la colonia Roma se extrañó al comprobar que su drenaje estaba tapado. Así que llamó a varios plomeros y albañiles que decidieron que debían romper el pavimento para dar con la tubería agravada.

Pero ninguno de ellos esperó ver algo como lo que encontraron. 

Y es que, en el departamento de arriba, Felícitas Sánchez Aguillón había pasado largo rato arrojando restos de bebés al excusado. Había utilizado su profesión de partera para hacerse de varios niños a quienes había asesinado y después desmembrado. 

Se calcula que Sánchez Aguillón asesinó a más de 50 niños en la capital del país. 

JOSÉ LUIS CALVA ZEPEDA, EL CANÍBAL DE LA GUERRERO

Alejandra Galeana Garavito fue reportada como desaparecida el 5 de octubre de 2007. Tenía 32 años y dos hijos. 

El culpable de su desaparición fue José Luis Calva Zepeda, un hombre que vivía en la colonia Guerrero de la Ciudad de México y cuyo pasatiempo favorito era escribir. 

Pero aunque Calva Zepeda asesinó a Galeana, con quien había tenido una relación sentimental, este crimen no fue la mayor causa de escándalo. 

Lo que causó verdadero furor fue que, después de su detención, se dio a conocer que Calva Zepeda no solo había asesinado a dos mujeres más, sino que solía cocinar sus restos para comérselos o los mantenía conservando en el refrigerador. 

La policía, al registrar el departamento del asesino, dio con el antebrazo de Galeana recién frito en un sartén y con un plato con cubiertos que acusaba su intención de comerlo. 

Fue acusado de exterminar a por lo menos tres mujeres, todas con el mismo perfil, solteras con el mismo físico, cabello negro y peinadas de raya en medio.

CÉSAR ARMANDO LIBRADO LEGORRETA, EL COQUETO

El Coqueto era el apodo de un microbús que, como cualquier otro, hacía su recorrido del paradero de Chapultepec hasta Valle Dorado, en Tlalnepantla, Estado de México. 

Pero lo que no sabían quienes abordaban la unidad era que su chofer, César Armando Librado Legorreta, lo usaba para abusar sexualmente de pasajeras que se subían al camión sin creer que estaban en peligro. 

Sin embargo, la acción no paraba ahí. Después de violar a sus víctimas, Librado asesinaba a las mujeres y tiraba sus cuerpos en la calle.  

Se calcula que entre mediados de 2010 y principios de 2012, Librado abusó de al menos ocho mujeres, de las cuales además asesinó a siete. 

SARA ALDRETE, LA HECHICERA DE MATAMOROS

Para los Narcosatánicos, el asesinato no era cuestión pasional. 

Se trataba más bien de un paso necesario de los rituales afro-cubanos basados en la Santería Palo Mayombe que practicaban en un rancho en Matamoros, en Tamaulipas. 

Sara Aldrete y Adolfo Constanzo, que lideraban el grupo, cometieron al menos 17 asesinatos como parte de sus ritos. Fueron sorprendidos en 1989 en la Ciudad de México. Constanzo, antes de ser capturado por la policía, pidió a otro de los miembros del grupo que le disparara. Aldrete recibió 600 años de prisión. 

Cuando las autoridades registraron el rancho de los Narcosatánicos, no solo encontraron el resto mutilado de muchas de sus víctimas, sino que dieron también con una caldera de metal llena de sangre seca, partes de cuerpos humanos, alcohol, ajos, colillas de cigarros y una tortuga asada.