El presidente nacional del PRI, Alejandro Moreno, fue arropado el día de ayer por sus aliados, las dirigencias nacionales del PAN y del PRD: “si tocan a unos, nos tocan a todos”, dijeron.
Lo anterior fue la reacción a la solicitud del fiscal de Campeche, Renato Sales, para que se le quite el fuero al diputado y, por lo tanto, para que pueda ser juzgado por el delito de enriquecimiento ilícito, peculado y uso indebido de facultades.
Desde el punto de vista legal, Morena y sus aliados tienen la capacidad de desaforar a Alito pues cuentan con la mayoría de los votos en la Cámara de Diputados.
El artículo 111 de la Constitución señala lo siguiente: “Para proceder contra los diputados y senadores al Congreso de la Unión… por la comisión de delitos durante el tiempo de su encargo, la Cámara de Diputados declarará por mayoría absoluta de sus miembros presentes en la sesión si ha o no lugar a proceder contra el inculpado”.
Esto quiere decir que tras el procedimiento que la ley establece y que incluye el establecimiento de una comisión instructora, el desafuero podría ser decidido por los integrantes de Morena y sus partidos aliados, ya que no se requiere alcanzar la mayoría calificada para aprobarlo.
Si hubiera la determinación de ir hasta el final en este caso, Morena podría hacerlo.
Sin embargo, eso va a depender de criterios políticos y no simplemente legales.
¿Qué es lo que podría conducir a Morena a no continuar hasta llegar al desafuero del líder del PRI?
La posibilidad de que con ello se beneficie políticamente al bloque opositor.
Probablemente a Morena le convenga más tener a un presidente del PRI cuestionado y amenazado que desaforado y procesado.
Hasta este momento, la posición de Alejandro Moreno ha sido no separarse de su puesto en el PRI, a pesar de que han existido grupos al interior de su partido que se lo han demandado y de que un presidente cuestionado en el tricolor seguramente va a dificultar la concreción de una alianza opositora para el 2024.
Morena y el propio presidente López Obrador saben que, sin una alianza de la oposición, las próximas elecciones presidenciales serían un día de campo para Morena independientemente de quién sea su candidato o candidata.
De hecho, los golpes a los partidos que forman la alianza han conducido a muchos a pensar que la decisión verdaderamente relevante será la elección del candidato o candidata de Morena, como hace muchos años, lo era para el candidato del PRI.
Allí estaba la verdadera contienda presidencial y no en las elecciones constitucionales.
La máxima prioridad para el presidente y quienes lo respaldan será trabajar para que, o no se forme la alianza opositora o que, aun formándose, resulte débil.
En las condiciones presentes no pareciera existir una visión de los líderes del PAN, PRI, PRD o MC, que considere que la prioridad es trabajar por una alianza fuerte.
Más bien, pareciera que el objetivo de cada uno de ellos es preservar su posición actual.
En círculos empresariales encuentro cada vez con más frecuencia la percepción de que con la oposición que tenemos, pensar en que un partido diferente a Morena pueda ocupar la Presidencia es algo remoto.
La preocupación principal de diversos empresarios es definir quiénes pueden llegar por Morena, así como la composición de las Cámaras del Congreso.
Muchos se sentirían aliviados con que Morena se quedara solo con una mayoría relativa, pero no absoluta en el Congreso y con alguien que sea más moderado (a) y menos obstinado (a) que López Obrador.
Incluso, en el caso de Claudia Sheinbaum, quien pareciera ahora alguien incondicional al presidente, hay la sensación de que ya en la Presidencia podría tener criterios diferentes, si López Obrador ya no está en Palacio Nacional.
¿Podrá la oposición conseguir que de nuevo se le vea como una opción que podría ganar la Presidencia? Ya lo veremos.