Ninguna de sus corcholatas le ganaría una elección presidencial limpia a Xóchitl Gálvez. Entonces decidió contender él directamente y hacer de 2024 un plebiscito Xóchitl-AMLO.
Hay que reconocerle esa astucia formidable.
De gobernar no le hablen porque lo suyo es destruir. Y en ese terreno López Obrador suele ser insuperable.
A la primera provocación Xóchitl se subió al ring contra el único que puede perder, y que además no va a estar en la boleta.
Es un maestro.
Las políticas públicas de esta administración están reprobadas por la mayoría de la gente, y Xóchitl se engancha contra lo único del gobierno que tiene respaldo popular: el Presidente.
Salvo en el caso de Peña Nieto –excepción que confirma la regla–, no es buen negocio pelearse con el presidente de México.
Ante una Claudia Sheinbaum que necesita falsificar su tono de voz para aparecer como gente de pueblo, la senadora hidalguense barre en imagen y autenticidad.
Xóchitl conecta con la gente de a pie, la que lleva una vida dura, por su origen y capacidad de comunicación. Ella viene de ahí.
Con el único que pierde, ahora y sólo ahora, es con López Obrador. Y se subió al ring contra él.
AMLO es un artista de la provocación.
Frente a la posibilidad de la derrota de Morena, el destructor llevó al Frente Amplio por México al borde de la ilegalidad.
Las corcholatas (con ese nombre horrible las bautizó) de Morena están en plena campaña, ilegal por donde se vea, porque hasta ahora cuentan con la protección del árbitro y del Presidente.
AMLO adelantó los tiempos y obligó a la oposición a hacer lo que sus corcholatas: campaña anticipada. Aún no incurren en ese delito electoral, pero caerán en él de manera inevitable.
No había posibilidad razonable de competir contra quienes llevarían cinco meses de ventaja, haciendo campaña en solitario.
El derroche de dinero en la campaña ilegal de los precandidatos de Morena, concretamente de Sheinbaum y Adán Augusto, es gigantesco y es eficaz.
La alternativa de la oposición era no ir a las elecciones, por fraudulentas.
Ello significaba entregarle el país a Morena para consumar la destrucción. Y pasarse seis años diciendo que el gobierno es ilegítimo.
No era realista hacerlo. El árbitro le dio el visto bueno a los cinco precandidatos de Morena para hacer mítines multitudinarios al aire libre. Pueden hacer campaña, pues.
Así es que, si Xóchitl crece mucho de aquí a la fecha del registro ante el INE, es posible que apliquen la ley a secas.
Y si no crece la “corcholata de Morena”, AMLO puede cambiar a su candidata.
De los aspirantes que ya están en la palestra, difícilmente alguien sería mejor presidente que Enrique de la Madrid, pero la que gana es Xóchitl Gálvez.
El Presidente ya leyó el escenario y reaccionó con el descaro ilegal que le conocemos: todo contra Xóchitl, y ella mordió el anzuelo.
De ahora en adelante AMLO va a bañarla en calumnias e insidias con el pretexto del “derecho de réplica”.
Otro golpe de astucia fue el método de selección del candidato presidencial de Morena.
Los cinco están haciendo una campaña de elogios al Presidente. De defenderlo se trata la encuesta. La “cuarta transformación” es él.
Todos los medios repiten los discursos de las corcholatas que son incienso en el altar del destructor.
¿Quién va a romper con él después de adularlo hasta la ignominia por todo el territorio nacional?
López Obrador sabe conectar con la gente y hace muy bien su juego. Ayer la Corte le respondió que los ministros sí podían tener un sueldo nominal más alto que él.
El pleito con el Poder Judicial abona en favor de AMLO. Difícilmente hay una familia mexicana que no tenga una mala experiencia con jueces o tribunales.
Los juicios tardan años en resolverse, y no suela ganar quien tiene la razón, sino el que tiene influencias o amistades en los laberintos de los juzgados.
Desde luego hay que defender a la Corte del golpe autoritario que la quiere subordinar al Ejecutivo, pero AMLO lo plantea como un asunto de dinero y privilegios de los jueces, que hace mella en un sector la población.
Se bajó el sueldo e hizo que nadie ganara más que él. Con eso se fueron los que tenían otras ofertas, generalmente los más preparados, y se empobreció la administración pública federal.
A AMLO no le importa, porque es una medida popular.
Y luego ataca a la UNAM. La gente con formación académica la defiende, por su importancia para México.
Pero cada año la UNAM cierra sus puertas a 80 por ciento o más de los postulantes. Nadie acepta que quedó fuera por un tema de calificaciones o aptitudes, sino que lo ven como un rechazo de la Universidad.
El destructor es astuto. Engaña. Conoce el arte de la guerra política.
Hay una forma sencilla de no equivocarse con él: no creerle nunca, salvo cuando anuncia el golpe.
Y ya anunció el golpe contra Xóchitl, porque su corcholata no tiene con qué competir con ella.
Cosas veremos.