Andrés Manuel López Obrador inició un camino que no tiene retorno. Al solicitar la Fiscalía General que Interpol finalmente detuviera en una urbanización de Málaga, a Emilio Lozoya, exdirector de Pemex, trajo a la arena pública la Caja de Pandora que el Presidente había dado muestras fehacientes de que no quería abrir: llevar a juicio su antecesor, Enrique Peña Nieto. No estamos en la víspera de que eso suceda, pero la captura iniciará el proceso para extraditarlo. Será largo, y como se ha visto en el caso de Alonso Ancira, vinculado a Lozoya en presuntos actos de corrupción, la justicia española no es fácil de embaucar. Ancira no ha podido ser extraditado, luego de casi ocho meses de haber sido detenido en España. Pero en algún momento regresará Lozoya a México, y hablará contra Peña Nieto.
López Obrador no quiere actuar contra Peña Nieto, a quien le tiene afecto y le reconoce que, como habían quedado mediante intermediarios en mayo de 2018, no intervendria en la campaña. López Obrador lo ha cuidado tanto, que un emisario de Palacio Nacional habló con Juan Collado, abogado del expresidente, para que lo sacara del país y le quitara presiones para iniciar un proceso en su contra. Una semana después del mensaje, Collado se comunicó para informar que, en ese momento, estaban subiendo a un avión en Toluca rumbo a Madrid.
El problema parecía controlado, pero una mala racha acompaña al Presidente este año y las encuestas registran caídas importantes en su aprobación. Entre 5 y 7 puntos a nivel nacional, y de casi 30 puntos en la Ciudad de México, según estudios privados. No hay forma aún de saber si la captura fue resultado de la necesidad política para encontrar una distracción importante a los males que están afectando a López Obrador. Lo que se sabe es que Lozoya llevaba cuatro semanas de haber sido ubicado en la Costa del Sol, y la policía española conocía sus rutinas y los pocos lugares que frecuentaba. La detención concluye lo que, un mes antes de que saliera Lozoya del país, había acordado con el fiscal Alejandro Gertz Manero: declarar contra sus exjefes y decir los destinos que habían tenido los dineros por los cuales lo acusaban de fraude y lavado de dinero.
Lozoya sentía que lo habían dejado solo, particularmente el expresidente Peña Nieto, y que estaba pagando cuentas que no le correspondían. Lozoya fue nombrado en la dirección de Pemex, por petición expresa de él a Peña Nieto durante la transición. Había trabajado en la campaña presidencial como responsable de asuntos internacionales, y muy cerca del que era el coordinador general, Luis Videgaray. Lozoya era amigo de Peña Nieto desde que lo conoció y promovió dentro del Foro Económico de Davos, cuando era gobernador del Estado de México, y el trabajo diario con Videgaray le permitió construir una sólida relación con él.
La cercanía de Lozoya con el presidente le daba un acceso directo a Los Pinos, lo que comenzó a deteriorar la relación con Videgaray, al sentir que el director de Pemex no reconocía su jerarquía dentro del gabinete económico. A ello se sumaron otro tipo de molestias. Las críticas dentro del gabinete económico en contra de Lozoya por una gestión mala que afectaba las finanzas de Pemex al haber caído la producción petrolera, se fueron agregando a los señalamientos en contra de sus cercanos, en particular Froylán Gracia, que era el coordinador ejecutivo de la Dirección de Pemex, que se encagaba, entre otras cosas, de cobrar por las citas con su jefe y viejo amigo, como se reveló en este espacio en octubre de 2015. Videgaray comenzó a cuestionar a Lozoya y en dos ocasiones le pidió que lo cesara. En la última, en diciembre de 2015, Peña Nieto atajó bruscamente a Videgaray cuando se lo pidió. Según personas que conocieron de la plática, el presidente le dijo que no le volviera a tocar el tema de Lozoya.
Lozoya fue cesado en febrero de 2016, pero buscaron protegerlo. Peña Nieto lo quiso nombrar embajador en el Reino Unido, pero el mensaje desde Londres es que no recibiría el placet por haber sido mencionado en el escándalo de la corrupción de Odebrecht. Un amigo suyo, en ese entonces líder del PRI, Enrique Ochoa, lo quiso incorporar al Comité Ejecutivo Nacional, pero se cruzó Videgaray para que no se concretara. Aunque Peña Nieto lo siguió protegiendo con la PGR, Lozoya se volvió el ícono de la corrupción de ese gobierno. Él lo resentía, porque había hecho servicios directos al presidente, que no lo defendió.
Uno importante fue la compra de dos aviones de lujo en 2014, a través de una operación triangulada con un intermediario panameño al doble de su valor comercial, donde estuvo involucrado el general brigadier Eduardo León Trawitz, jefe de escoltas de Peña Nieto en el Estado de México, y jefe de seguridad de Pemex. Uno de esos aviones era utilizado por la entonces esposa del expresidente, Angélica Rivera. No era todo, y Lozoya parecía contenerse cada vez que se le preguntaba tras salir de Pemex. “Si yo hablara”, dijo una vez a quien esto escribe.
Hablar es lo que ofreció a Gertz Manero. Detallar cómo se asignaron obras por instrucciones de Peña Nieto y Videgaray, y dónde pararon los recursos de empresas privadas y para qué se utilizaron. Lozoya ha dicho que es inocente de todas las imputaciones que le hacen; Videgaray también ha dejado claro que él no participó en nada ilegal o irregular. Peña Nieto no ha dicho nada. Será cuestión de tiempo para saber qué sucedió en el corazón de uno de los gobiernos más corruptos en la historia moderna de México.