La enfermedad del presidente Andrés Manuel López Obrador, el covid-19 y la afección cardíaca resultado de ella, modificaron sustancialmente la hoja de ruta de la sucesión presidencial. Previo al fin de semana donde cambió todo el futuro, ya había habido un primer ajuste para que el proceso sucesorio se decidiera en agosto. Pero tras el incidente de salud del Presidente el domingo, la estrategia se revolucionó, evolucionó y se abrieron todo tipo de escenarios en el seno de Palacio Nacional para que en su momento puedan ser implementados.
Parte de ello quería exponerse a los gobernadores de Morena citados en Palacio Nacional, pero no se sabe si finalmente se lo plantearon. La reunión, programada desde hace 10 días, transcurrió formalmente como se había pensado, pero sin la presencia del presidente López Obrador, o de un mensaje videograbado, como algunos de los gobernadores habían sugerido la posibilidad la víspera.
El encuentro versó oficialmente sobre seguridad y el blindaje a los programas sociales, y fue encabezada por el secretario de Gobernación y presidente interino, Adán Augusto López, la secretaria de Seguridad Pública, Rosa Icela Rodríguez, y el subsecretario de Gobernación encargado de derechos humanos, Alejandro Encinas, quien por los temas y formato, era el único que no encajaba en el encuentro.
Los planes de contingencia se han elaborado en forma de escenarios en Palacio Nacional y no tienen una fecha de implementación, porque depende de la recuperación de salud de López Obrador y el orden y el ritmo que él quiera imprimirles. El Presidente reapareció ayer por la tarde mediante un largo video grabado en Palacio Nacional, donde retomó su acostumbrada narrativa de descalificación y tergiversación de los hechos, como sucedió en mi caso al referirse a la columna del martes, donde mintió en el punto medular del texto que señalaba que el covid-19 y su afección cardíaca no lo ponían en peligro.
El video del Presidente ayudará a apagar el fuego que estaba creciendo por el mal manejo de crisis de su equipo, que se elevó cuando no apareció bajo ningún formato en la reunión de gobernadores, donde se había generado la expectativa –no deliberada, sino porque no supieron en Palacio Nacional cómo desactivarla– de que haría acto de presencia, aun cuando fuera mediante un video. El encuentro con los gobernadores era importante, porque juegan un papel altamente significativo en los planes de contingencia.
La idea es reorganizar la operación territorial para las elecciones, y convertirlos en operadores estatales, sumándolos a los superdelegados del Bienestar, que se encargan de los programas sociales/clientelares en cada entidad y de los padrones electorales. La estructura se prevé para la elección presidencial del próximo año, porque para los comicios en el Estado de México, López Obrador responsabilizó desde hace varias semanas a ocho secretarios de Estado y colaboradores confiables en la entidad dividirse ésta por regiones para garantizar la victoria de Delfina Gómez.
Si atiende las instrucciones médicas, se espera que López Obrador vaya reduciendo de manera gradual el ritmo de trabajo. En las últimas semanas ha tomado algunas medidas, como el evitar lo más que pueda vuelos comerciales –para reducir el estrés y mejorar sus hábitos alimentarios–, para permitirle que termine su mandato presidencial sin mayores sobresaltos. De cualquier forma, conforme a uno de los puntos del plan de contingencia, descrito por uno de los involucrados, se abrió la posibilidad de que, por razones médicas, se diera un proceso ordenado de sustitución.
El estado de salud del Presidente no significa ningún problema serio en estos momentos, pero el reposo es fundamental. En el mediano y largo plazo, sin embargo, el ritmo y la intensidad con la que actuaba no parece posible mantenerse. En el escenario más dramático, según las consideraciones, entraría un presidente o presidenta sustituta como marca la ley. El artículo 84 constitucional establece que quien esté al frente de la Secretaría de Gobernación asumiría la titularidad del Poder Ejecutivo de manera provisional por un máximo de 60 días, tras lo cual una mayoría calificada del Congreso de la Unión, constituido en colegio electoral, votaría en secreto por un substituto.
En forma paralela, aunque aparentemente por coincidencia, el Senado está analizando en comisiones la iniciativa de reformas al artículo 84 presentada en noviembre por los petistas Geovanna Bañuelos, Cora Cecilia Pinedo y Joel Padilla, donde el substituto o sustituta del presidente no sea designado por el Congreso de la Unión, sino electo por el voto de los ciudadanos, con una ampliación del mandato presidencial de dos años, lo que significaría la organización de una nueva elección presidencial.
Según la ley vigente, un sustituto no puede hacer ajustes en el gabinete, salvo que tuviera la autorización del Senado, por lo que se está planteando en los escenarios un cambio en el primer nivel de la administración, al introducir mucho ruido a la figura de sustituto porque el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, es uno de los precandidatos escogidos. El cambio de gabinete le permitiría mantenerse en la carrera presidencial, pues aunque existen los precedentes en Guerrero y Yucatán, donde los sustitutos Ángel Eladio Aguirre y Víctor Cervera alegaron que no se les tomara como reelección y pudieron contender en la elección para gobernador, las dinámicas internas en Morena y el entorno más cercano del Presidente hacen mucho más complejo un proceso similar.
Las acciones planteadas en los escenarios elaborados en Palacio Nacional obligan a un adelanto de la sucesión. Morena tiene pensado emitir la convocatoria en julio para designar, mediante una encuesta, a quien abandere el partido. Según ese calendario, habrá una primera encuesta entre agosto y septiembre para depurar la lista de aspirantes, y tener, a más tardar en diciembre, una segunda encuesta que defina la candidatura. Ahora no hay nada claro, salvo la certidumbre de que el proceso se adelantará.
El cómo y a partir de cuándo dependerá de López Obrador. Su reaparición disipa la confusión y recuperar certidumbre, que generó la falta de una estrategia de comunicación y el pésimo manejo de crisis. La activación del plan está en sus manos.