Hace algunas semanas alguien me preguntó: “¿qué es eso del voto útil?” Lo primero que me vino a la mente fue que muchos de los conceptos y esquemas de análisis que los comentaristas políticos y los estrategas de campaña dan por sentado son, de hecho, ajenos a los electores.
El voto útil, le dije, es cuando algunos simpatizantes del candidato A votan por B con tal de que no gane C, pero eso requiere que a B se le vean más posibilidades de ganar que a A. La mirada de confusión que recibí de vuelta me obligó a un segundo intento de explicación: Imagine algunos simpatizantes del perredista Cárdenas que votaron por el panista Fox para que no ganara el priista Labastida en las elecciones de 2000: los votantes que actuaron así contribuyeron a la alternancia y su voto fue catalogado como voto útil para ese fin.
Fuente: Cuartoscuro
Algo que me faltó explicar (por la complejidad del tema) es que el voto útil requiere una efectiva coordinación de parte del candidato y su campaña en torno a una causa creíble y, digámoslo así, justificable para que algunos electores estén dispuestos a abandonar su opción preferida. Apelar al voto útil implica plantear razones creíbles para ello, como “el cambio” en 2000 o, el voto contra el “peligro para el País” en 2006, cuando la candidatura de Calderón se benefició de las deserciones de priistas. Aunque el denominado voto útil lo emitieron electores diferentes y bajo lógicas distintas, tanto en 2000 como en 2006 se le vio como un mismo fenómeno: el voto útil, punto.
Desde 2000, la idea del voto útil ha sido tan pegajosa que ha permeado entre los analistas y estrategas como si éste fuese una regla de oro de la política electoral mexicana. La idea del voto útil ha ocasionado que las campañas electorales se vean como un proceso de destilación de dos punteros, cuya suerte final depende de jalar el apoyo de un tercero o cuarto rezagados.
Sin embargo, aunque la idea del voto útil ha sido pegajosa, parece estar pasando por un desgaste muy notable en este 2018. Uno de los motores de la precampaña, de la intercampaña y de parte de las campañas ya formales fue la pugna por un segundo lugar que, ultimadamente, compita con el puntero apelando al voto útil.
Si pensabas votar por @JoseAMeadeK y no estás de acuerdo con la amnistía a corruptos que ofrece @lopezobrador_, tu opción es @RicardoAnayaC.
— Fernando Belaunzarán (@ferbelaunzaran) 2 de mayo de 2018
No desperdicies tu voto.
El #VotoUtil es voto razonado pic.twitter.com/9aiJQd6JxZ
Pero hay un pequeño problema con el que se ha topado esa narrativa: a diferencia de 2000, cuando el voto útil apelaba al cambio, y de 2006, cuando apelaba a la estabilidad económica, el llamado al voto útil en 2018 no ha definido un objetivo temático claro excepto derrotar al puntero. Esto ha producido que la idea de “voto útil” en 2018 pueda interpretarse como un llamado puramente anti AMLO.
No obstante, en un ambiente de insatisfacción en el que López Obrador se ha posicionado como la opción de cambio, como la alternativa anti-sistema, apelar al voto en su contra ha resultado como meterse en una calle en sentido contrario: uno puede ir en una dirección pero el resto va en el sentido opuesto. Más aún, apelar al voto útil parece haberle generado más apoyos al morenista que a sus competidores, según revela la mayoría de las encuestas de las últimas semanas.
Como concepto, el voto útil sigue siendo muy importante para entender (y para tratar de influir) al electorado. Pero como recurso retórico, el voto útil no parece tener el mismo impacto de antes, o si acaso lo tiene, ha sido el contrario al esperado. En su dimensión retórica, el voto útil está desgastado.
Habrá que ver qué papel juega el voto útil en las diversas contiendas por las gubernaturas estatales, sobre todo en escenarios cerrados, donde sí puede ser fundamental. Pero a nivel nacional, en la pista presidencial, el llamado al voto útil no parece tener la misma fuerza de antes.
Es factible que ya sea un recurso no sólo desgastado sino fuera de sintonía en esta elección presidencial.
En lo que resta de las campañas, habrá que ver si los candidatos siguen apelando al voto útil vendiéndose como second best (la segunda mejor opción), o si reformulan sus mensajes dándole la vuelta al desgastado recurso retórico del voto útil.