No hubo sorpresa. La Junta de Gobierno del Banco de México tomó ayer la decisión de incrementar su tasa de referencia en 0.75 puntos porcentuales, como estaba previsto.
Es el incremento individual más elevado de toda la historia.
El nivel queda en 7.75 por ciento, el más alto desde 2019.
En esta ocasión no hubo disenso. La decisión fue tomada por unanimidad.
Algo que también destaca en la comunicación del banco central es su previsión de una mayor inflación para los próximos meses.
De hecho, considera que el punto más elevado de la inflación en este año llegará en el tercer trimestre del año con un 8.1 por ciento.
Ayer, el Inegi dio a conocer que en la primera quincena de junio la inflación anual fue de 7.88 por ciento, la más alta hasta ahora en este ciclo inflacionario.
Destacó el incremento en productos alimenticios que tuvieron una alza de casi en 12 por ciento y particularmente en productos agropecuarios que crecieron por arriba del 14 por ciento.
Como muchos observadores comentamos, era prácticamente inviable que el conjunto de medidas anunciadas por el gobierno en los primeros días de mayo fuera suficiente para contener el crecimiento de los precios.
Hace pocos días, el gobierno reconoció implícitamente esa insuficiencia al señalar que se están estudiando medidas adicionales que serán anunciadas próximamente.
El hecho tangible hasta ahora es que no se ha logrado contener el crecimiento de los precios y que la inflación está rompiendo marcas de todo este siglo.
¿Qué es lo que podemos esperar en los siguientes meses? ¿Hay algún conejo que el gobierno o el Banxico puedan sacar de la chistera para detener esta alza?
Tengo que decirle que no hay magia que pueda hacerse ahora para contener el crecimiento de los precios.
El único recurso que queda es apretar del lado de la demanda y tratar de ampliar la oferta con medidas como las que se han tomado (apertura a importación sin aranceles) y que deberían alentar la inversión privada, para elevar la productividad, y con ello crear una base firme para la estabilidad en el mediano plazo.
Falta ver si en este entorno son suficientes o mandan al país a freír espárragos.
Hay dos riesgos adicionales que se corren cuando vemos una inflación como la actual.
La primera es que las expectativas de una inflación elevada se arraiguen y los contratos, por ejemplo los de carácter laboral, empiecen a negociarse sobre la base de esa perspectiva, lo que podría conducir a una espiral inflacionaria, al estilo de las que conocimos en las décadas de los 70 y los 80 del siglo pasado.
Veo muy débil el diálogo con las organizaciones sindicales de todos los signos y alto el riesgo de que tengamos presiones salariales explosivas.
La segunda es que el ritmo de crecimiento de los precios desordene la economía.
Los sectores con una alta concentración y las empresas con poderes de mercado elevados, podrían ajustar al alza los precios con más rapidez que otros sectores sujetos a mayor competencia o mayor regulación.
Podemos tener un cuadro en el que sean los monopolios los que puedan tener la sartén por el mango mientras que otros sectores tengan que ajustarse a los términos de la competencia.
A la larga, eso puede crear ineficiencia económica.
Pero, hoy tal vez no estemos en la tesitura de considerar el largo plazo.
El tema de fondo es cómo va a seguir la inflación en los próximos meses.
Eso es lo que va a influir en los temas políticos que, salvo los del beisbol, que son los que más importan al actual gobierno.
Y allí, el pronóstico de los analistas y del Banxico es que la inflación seguirá para arriba.
Se trata de todo un desafío al gobierno de AMLO.
Muy poco puede hacer.
Ni de chiste puede sacar a algún conejo de la chistera.
Ni modo, en estos menesteres, tarde o temprano la realidad acaba por imponerse.