El presidente López Obrador dijo que los recursos disponibles para la atención del desastre en Acapulco no tendrán límite.
Es buena frase, de esas que han permitido al primer mandatario mantenerse con niveles elevados de popularidad, pero nada más.
La realidad es que los recursos sí tienen límite y me temo que no van a alcanzar.
En un desastre de las magnitudes que tiene el efecto de Otis en Acapulco hay al menos dos fases que deben considerarse y que requieren dinero, aunque en diferentes magnitudes: la atención a la emergencia y la reconstrucción.
La primera implica el despliegue de capacidades para poder atender las necesidades más esenciales de la población afectada, así como la reparación de la infraestructura fundamental, como por ejemplo, la provisión de energía eléctrica, las telecomunicaciones o los caminos.
No es bajo el costo de este trabajo, pero tampoco exige de cantidades que rebasen lo que hay disponible.
El Fonden, que sí existe, aunque ya no sea un fideicomiso, cuenta en principio con 11 mil 758 millones de pesos, que resultan de los 17 mil 156 millones que le fueron asignados en el Presupuesto del 2023 menos 5 mil 398 millones que fueron usados en los primeros seis meses del año.
Adicionalmente, hay un seguro contratado cuya prima costó 1 mil 773 millones de pesos y que libera recursos del orden de 485 millones de dólares.
Es decir, hay disponibles para girarse poco más de 20 mil millones de pesos, con los que se puede atender la emergencia.
Lo que en términos económicos implicará un mayor desembolso es la reconstrucción.
En ella es que aparecen estimados del orden de 15 mil millones de dólares, algo así como 270 mil millones de pesos, una cifra que es 13.5 veces la que se tiene en los fondos de emergencia.
Obviamente no todo será sufragado por el gobierno. Los principales hoteles e inmuebles seguramente tenían contratados seguros de daños. La cobertura es diferente en cada caso, lo que no impedirá que los propietarios tengan que hacer importantes desembolsos al margen de contar con los seguros, pues pese a promesas, los recursos van a tardar en llegar.
Además, hay una gran cantidad de propietarios, sean de inmuebles particulares o incluso hoteles, que probablemente no tenían seguro.
¿En qué casos el gobierno generará una ayuda económica y de qué manera?
Ha habido ocasiones, por ejemplo, en sismos, que se entregan tarjetas canjeables por material de construcción. Pero, cuando la pérdida es de bienes muebles como fue la mayor parte, la situación es más compleja.
Pero quizás lo más demandante de recursos y difícil de administrar es la generación de ingresos para la población afectada.
El envío de despensas, agua y demás, funciona en la emergencia. Al paso de los días, lo que se va a requerir es que varias decenas de miles de personas vuelvan a tener una fuente de ingreso.
Tal vez algunos hoteles puedan emplear a su mismo personal para apoyar en la reconstrucción, pero seguramente habrá muchos que difícilmente podrán hacerlo.
Un esquema de trabajos temporales financiado por el gobierno federal deberá ser uno de los pilares fundamentales que deben instrumentarse.
De hecho, las dimensiones del desastre quizás obliguen a un diseño que vaya más allá de la reconstrucción y se lance un “Plan Acapulco”, para asegurar que no solo regresamos al punto en el que nos encontrábamos antes del huracán, sino que se logra una verdadera mejoría de esta importante y emblemática ciudad.
¿Habrá la capacidad de la autoridad y de la sociedad para emprender esta tarea o seguiremos dando tumbos como hemos hecho desde el martes pasado hasta ahora?