Pocos diagnósticos tan claros como el realizado por el secretario de Economía en su discurso en la comida de “Los 300”, organizada por la revista Líderes.
Lo cito:
“Estaríamos nosotros profundamente equivocados si creemos que los retos que enfrentamos hoy en la relación con Washington son simplemente el producto casuístico de una elección. Eso es incorrecto. La elección de noviembre de 2016 es la expresión de un problema mucho más profundo y disruptivo. Se trata de un reto estructural, no transitorio. El genio se salió de la lámpara. Tenemos que entenderlo, enfrentarlo y administrarlo, ya que no va a volver a ser exactamente como en los últimos 20 años”.
El triunfo de Trump no es un accidente de la vida política estadounidense. El Brexit no fue sólo un capricho de los británicos. El triunfo de AMLO no es sólo por su persistencia. Y si Lula no estuviera impedido legalmente, también regresaría a la presidencia de Brasil.
El diagnóstico de Guajardo es preciso. La respuesta de los electores no es un fenómeno episódico, sino algo generalizado y estructural.
El libro recién publicado de Yuval Harari, 21 lecciones para el siglo XXI, adelanta una hipótesis interesante. Refiere lo siguiente:
“La mayoría de las personas que votaron a favor de Trump y del Brexit no rechazaron en su totalidad el paquete liberal: perdieron la fe sobre todo en su parte globalizadora”.
Creo que en México ocurrió lo opuesto. Un segmento muy importante del electorado sigue respaldando la parte globalizadora de la estrategia, pero perdió la fe en la parte del paquete liberal que tiene que ver con la capacidad de los mercados para generar crecimiento y bienestar.
El triunfo arrollador de AMLO tampoco es un hecho aislado. Refleja el desgaste de una estrategia que le apostó a las reformas estructurales como vía para generar mayor crecimiento. Y esas reformas, en el fondo, tienen que ver con el mercado y la competencia.
¿En dónde estábamos hace 6 años? ¿Qué nos impedía crecer? México demandaba cambios estructurales, por eso conformamos en Pacto por México. 14 Reformas que han sentado las bases para que nuestro país genere mayores oportunidades para los mexicanos. pic.twitter.com/wbDYIRhgCi
— Enrique Peña Nieto (@EPN) 26 de agosto de 2018
Salvo el abaratamiento de los servicios de telecomunicación, los efectos de las reformas, sin embargo, quedaron para el futuro.
El problema es que la expectativa era otra. Y no sólo en México.
Falló en muchos lugares del mundo. No trajo los beneficios que ofrecía.
En los sistemas democráticos, normalmente la decepción implica un rechazo a las opciones políticas que ofrecen las filosofías que la población rechaza.
Por eso el triunfo de las opciones disruptivas, porque los electores buscan respuestas diferentes.
No van a servir los argumentos del paquete liberal. Mientras no haya evidencias suficientes, sino sólo argumentos, de que la competencia y el mercado generen crecimiento y bienestar, la gente va a seguir con la decepción.
El reto que existe es repensar las estrategias. Pero probablemente hay que reelaborar paradigmas.
Si meramente se plantea que quienes no siguen la ortodoxia económica están equivocados, vamos a llegar a un callejón sin salida.
¿Tendremos disposición para repensar los paradigmas o nuestros amigos ortodoxos nos dirán que estamos equivocados porque nos seguimos los preceptos que nos enseñaron en Economía I?