Una enorme derrota aparece en el horizonte de las elecciones del domingo 4 de junio, y un nerviosismo sorpresivo se hace presente en el campo de Morena.
Lo más dramático, en términos personales, parece ser la situación de Josefina Vázquez Mota en el Estado de México, luego de que otras encuestas en distintos medios de comunicación han validado lo que, en El Financiero, adelantó la medición de Alejandro Moreno el pasado 3 de mayo.
Lo de Josefina es un desplome catastrófico.
Tenía todo para ganar y lo único que ha hecho es caer.
Desde luego todo puede pasar y estemos ante un error generalizado, pero su destino es el tercer o cuarto lugar.
Un desastre para quien fue candidata presidencial, secretaria de Desarrollo Social y de Educación Pública.
Si hoy en el debate no saca una verdadera bomba que la ayude, estos comicios le pueden costar muy caros.
Antes de la campaña, cuando se mencionaba el nombre de Josefina, las encuestas la mandaban a la cima de inmediato. Era la gran favorita para ganar y quedarse con la “joya de la corona”.
No ha terminado la campaña, es cierto, pero una debacle de las dimensiones que arrojan todos los sondeos, no estaba en los cálculos de nadie.
Hoy en el debate tiene la oportunidad de salvar su prestigio personal, pero no hay mañana.
Es una mujer inteligente, preparada, con trayectoria, con un gran partido que la respalda y el apoyo de los cuadros locales y de todos los gobernadores panistas.
Tiene enfrente al mal gobierno del PRI en el Estado de México y a una candidata como Delfina Gómez que ha hecho trampas, cometido peculado y carece de capacidad para gobernar.
Y Josefina cae al tercer o cuarto lugar. Una tragedia política y pésima noticia para las aspiraciones personales de Ricardo Anaya.
Del otro lado, de Morena, aparece este insólito llamado de López Obrador a la unidad de la izquierda.
Se tardó un poquito. Esa alianza debió hacerse cuando se construían las candidaturas.
Como en toda alianza, las posiciones debieron negociarse entre los diferentes partidos que la componen y formalizar una plataforma de gobierno en común.
Pero de pronto aparece López Obrador con la urgencia de ir aliados para vencer a la “mafia de poder”.
Eso era lo que le planteó el PRD en su momento. AMLO lo rechazó con insultos y lo puso en el mismo costal del PAN y el PRI “por haber firmado el Pacto por México”.
Acusó a los perredistas de dar su aval al “gasolinazo”, y les dijo a todos que Morena iba solo.
Cambió de opinión al cuarto para las doce.
Y la verdad es que no pide una alianza, sino que los demás partidos de izquierda declinen por Morena, con todo lo que ello implica.
Les exigen a PRD, PT y MC que dejen tirados a sus candidatos, le entreguen a Morena sus votos y sus prerrogativas económicas.
O sea, la “alianza” que plantea AMLO es la desaparición de los demás partidos de izquierda para irse detrás de los candidatos de Morena. ¿Qué alianza es esa?
“Déjenlo todo y síganme”. ¿Así o más mesiánico?
Lo novedoso es que lo proponga a tres semanas de los comicios.
Tal vez está muy nervioso porque va abajo en el Estado de México, Nayarit, Coahuila y Veracruz.
No va a deshacer al PRD como estaba en sus planes.
En Edomex los perredistas han hecho un muy buen papel con Juan Zepeda. Y van a ganar Nayarit aliados con el PAN.
¿Por qué la urgencia? Porque, tal vez, Morena no gane nada y el resto de la izquierda sí.