Antonio Navalón: Democracia artificial

En la actualidad el mundo está a la disposición de quienes construyen los algoritmos
En la actualidad el mundo está a la disposición de quienes construyen los algoritmos
Destacado.En la actualidad el mundo está a la disposición de quienes construyen los algoritmos
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autor
Antonio Navalón
Periodista y columnista
2023-07-24 |09:04 Hrs.Actualización09:04 Hrs.

En ocasiones, la vida sorprende y nos muestra versiones diferentes de ver las cosas y nos obliga a modificar la perspectiva bajo la cual se examinan los problemas. El pasado fin de semana se llevó a cabo el World Law Congress, teniendo como sede la prestigiosa Barra de Abogados de Nueva York. Dicho evento fue receptor de muchas personalidades importantes, como presidentes de las supremas cortes de diversos países –entre ellos la ministra mexicana Norma Piña–, abogados de diferentes partes del mundo y catedráticos, entre otros líderes de sus respectivas ramas.

En el Congreso se discutieron diversos temas que iban desde el cuidado del medio ambiente, la transición energética, la estabilidad jurídica, el futuro de la democracia y otros muchos más. En específico hubo un panel –del que tuve el honor de formar parte– que buscó atender la siguiente pregunta: ¿es capaz de sobrevivir el periodismo independiente en esta era? Tuve la oportunidad de compartir este espacio de discusión con tres personalidades que han destacado por ser grandes líderes con un impacto significativo en sus correspondientes sectores.

El primero de ellos fue una de las últimas leyendas vivas del periodismo estadounidense y quien estuvo a cargo del Boston Globe cuando se destapó el explosivo caso de pederastia ejercido por algunos sacerdotes de la Iglesia católica. La investigación llamada Spotlight fue galardonada en múltiples ramos –incluido un Oscar a mejor película– y fue un excepcional trabajo periodístico guiado por Martin Baron, quien después de su liderazgo al frente del periódico bostoniano ostentó el cargo de director del Washington Post. Años después de haber sido el periódico que llevó a cabo la exitosa investigación del escándalo Watergate, el 5 de agosto de 2013 Jeff Bezos adquirió el Washington Post, formando una extraña alianza entre la nueva economía, los nuevos poderes del mundo y la salvaguarda del derecho a la información independiente y libre, teniendo al frente de esta nueva etapa del periódico a Marty Baron.

En ocasiones, la vida sorprende y nos muestra versiones diferentes de ver las cosas y nos obliga a modificar la perspectiva bajo la cual se examinan los problemas. El pasado fin de semana se llevó a cabo el World Law Congress, teniendo como sede la prestigiosa Barra de Abogados de Nueva York. Dicho evento fue receptor de muchas personalidades importantes, como presidentes de las supremas cortes de diversos países –entre ellos la ministra mexicana Norma Piña–, abogados de diferentes partes del mundo y catedráticos, entre otros líderes de sus respectivas ramas.

En el Congreso se discutieron diversos temas que iban desde el cuidado del medio ambiente, la transición energética, la estabilidad jurídica, el futuro de la democracia y otros muchos más. En específico hubo un panel –del que tuve el honor de formar parte– que buscó atender la siguiente pregunta: ¿es capaz de sobrevivir el periodismo independiente en esta era? Tuve la oportunidad de compartir este espacio de discusión con tres personalidades que han destacado por ser grandes líderes con un impacto significativo en sus correspondientes sectores.

El primero de ellos fue una de las últimas leyendas vivas del periodismo estadounidense y quien estuvo a cargo del Boston Globe cuando se destapó el explosivo caso de pederastia ejercido por algunos sacerdotes de la Iglesia católica. La investigación llamada Spotlight fue galardonada en múltiples ramos –incluido un Oscar a mejor película– y fue un excepcional trabajo periodístico guiado por Martin Baron, quien después de su liderazgo al frente del periódico bostoniano ostentó el cargo de director del Washington Post. Años después de haber sido el periódico que llevó a cabo la exitosa investigación del escándalo Watergate, el 5 de agosto de 2013 Jeff Bezos adquirió el Washington Post, formando una extraña alianza entre la nueva economía, los nuevos poderes del mundo y la salvaguarda del derecho a la información independiente y libre, teniendo al frente de esta nueva etapa del periódico a Marty Baron.

Por último, se contó con la participación del Embajador John Feeley, quien fue el primero en tener el valor de presentar su dimisión a Donald Trump tras su llegada a la Casa Blanca y quien, en las diferentes funciones que ha desempeñado alrededor del continente, se ha destacado por ser un gran líder diplomático. El embajador Feeley siempre ha tenido una sensibilidad especial –de la cual los mexicanos podemos ser testigos– al momento de fortalecer la relación entre la prensa y el gobierno, vivificando lo dicho alguna vez por Thomas Jefferson sobre que es preferible tener “una prensa sin gobierno que un gobierno sin prensa”.

Desde la creación del buró de propaganda por Napoleón y con el duque de Otranto a cargo hasta nuestros días, la principal amenaza de la información libre ha provenido desde el poder. Los poderes han tenido y querido quitar testigos, eliminar críticas y consolidar la adoración a sus acciones. Lo único que ha cambiado con el paso del tiempo no es el comportamiento de los hombres, sino que lo que verdaderamente ha cambiado es la percepción y el sentimiento común de las sociedades. Se trata de una lucha entre la prensa y los gobiernos que lleva siglos desencadenándose y que, por una parte, busca el control absoluto, mientras que, por la otra, lo que se busca es la libertad de expresión.

Antes el mayor peligro eran las tendencias autocráticas y dictatoriales. Hoy, en mi opinión, el peligro es otro. Hace ya algunos años que los dueños de la información son quienes lideran las grandes compañías tecnológicas. Estos personajes, entre los que destacan líderes como Elon Musk, Mark Zuckerberg, Larry Page, entre otros, son quienes –por medio del uso y aplicación de algoritmos y de la inteligencia artificial– se han adueñado de nuestros gustos y preferencias, ejerciendo una clara manipulación sobre nosotros. La inteligencia artificial no sólo se ha adueñado de nuestra intimidad, pensamiento y comportamiento, sino que también ya es capaz de hacernos creer que las plataformas que se nos presentan son el resultado de lo que realmente queremos.

El control ejercido sobre nosotros es un control que, en mi opinión, ha sido y es posible por dos razones. La primera, por la depreciación y el uso incorrecto que se ha hecho en el uso y ejercicio de las leyes. La segunda, por el completo abandono hacia el respeto hacia a la verdad. Partiendo de la premisa de que no puede haber un gobierno eficiente sin leyes ni leyes sin gobiernos que las cumplan, en el periodismo, en la política y en el mundo actual, verdades tan fundamentales y que además son los pilares bajo los cuales están construidas nuestras sociedades, como lo son el respeto a la verdad y al orden establecido, se encuentran en una clara decadencia y degradación.

Por poner algún ejemplo de lo anteriormente dicho, en un país como Estados Unidos mentir en un tribunal o en medio de un proceso jurídico es catalogado como delito y puede llevar a quien lo comete a pasar un tiempo en la cárcel. Sin embargo, eso no impidió que un republicano mentiroso alcanzara la Presidencia del país. En el caso del presidente de los tuits, Donald Trump, la mentira era muy evidente. En el caso del actual presidente estadounidense –que en realidad no estamos seguros de que pueda crear un tuit por sí solo–, la mentira es menos evidente y hay menos constancia sobre la manipulación del concepto de la verdad.

En medio de un contexto en el que los gobiernos actuales han perdido la batalla frente a los grandes tecnólogos, el mundo de hoy y su futuro no está en manos de los Oppenheimer –personaje tan de moda últimamente y recordado por haber sido quien descubrió la bomba atómica–, sino que en la actualidad el mundo está a la disposición de quienes construyen los algoritmos. Unos algoritmos intoxicantes que son utilizados para dirigirnos y para dictar nuestros comportamientos.

Hay quien argumenta que las elecciones políticas han dejado de ser un tema que concierne y preocupa a los políticos, estrategas y politólogos y que han pasado a ser una hoja de ruta trazada por las compañías que lideran el sector de la inteligencia artificial. Primero, estas herramientas son puestas al servicio de un candidato o partido político, aunque hay que ser conscientes de que después podrán ser puestas al servicio de cualquier oferta política, por mucho que esta forma de gobierno pueda parecerse al establecimiento de un Cuarto Reich.

Estas, entre muchas otras, fueron algunas de las conclusiones de este congreso y de muchos de los paneles. La democracia está bajo asedio y lo está porque se ha convertido en una plataforma mediante la cual quien ostenta el poder es capaz de vulnerar y destruir todo lo que no vaya de acuerdo con sus planes e intereses. Cualquier representante político que gana las elecciones y se hace con el poder tiene el derecho de cambiar las leyes, eso viene en las facultades que le son otorgadas desde el primer día. Sin embargo, lo que no tiene justificación es la vulneración y, en algunos casos, la destrucción de los órdenes existentes.

Sin programas o visiones que tengan como objetivo principal el mejoramiento de las condiciones de las sociedades, es imposible asegurar el desarrollo y la continuidad de las estructuras democráticas. Y dentro del debate que tiene como principios fundamentales la libertad, la legalidad, el respeto a la verdad y la construcción del futuro, ese yo creo que es el mayor problema y amenaza a la que actualmente nos enfrentamos.