Hace algunos días, la Secretaría de Economía presentó su informe relativo a los flujos de inversión extranjera directa en México durante el 2023.
Como usualmente lo hace, presentó una lista de los diez países con mayores inversiones para el periodo, y me llamó la atención no ver a China en esa lista.
Al ir a los datos desglosados en la página de la Secretaría de Economía, me encontré además con la sorpresa de que no solamente no hay flujos positivos de inversión china, sino que incluso (hasta el tercer trimestre, que es el plazo más reciente con el que se cuenta en los listados) hay una salida neta de 21 millones de dólares.
Esta cifra choca con los testimonios de diversos desarrolladores de parques industriales, de autoridades federales y estatales, así como de banqueros, que identifican claramente a China como una de las fuentes más importantes de inversión en el último año.
En una entrevista que le hice en noviembre del año pasado a la secretaria de Economía, Raquel Buenrostro, me dijo que hay un subregistro de la inversión china, que quizás podría estimarse en proporción de 10 a 1.
En 2022, la inversión china en México llegó a cerca de 590 millones de dólares, la mayor cifra de la historia, y a nivel global, la inversión directa china en el extranjero ese año creció en poco menos de 20 por ciento.
La evidencia testimonial refiere una inversión que el año pasado debe haber sido sustancialmente superior a la de 2022, pero que no aparece por ninguna parte.
Otro ingrediente. De acuerdo con la Secretaría de Economía, los anuncios de nuevas inversiones procedentes de China alcanzaron los 13 mil 190 millones de dólares en 2023 y fueron el segundo país con un mayor volumen de recursos anunciados, solo detrás de Estados Unidos.
¿Estarán acaso mimetizadas estas inversiones en las de otros países o quizás ni siquiera aparecen como inversión foránea? Puede ser.
La inversión extranjera directa total creció solo 2.2 por ciento en 2023. Pero resulta que la inversión bruta fija total creció en alrededor de 20 por ciento.
No parecieran consistentes las dos cifras.
Algunos despachos dedicados a introducir inversión extranjera en México refieren que para los inversionistas chinos resulta a veces difícil crear las sociedades que inviertan fuera, y en diversas ocasiones emplean a terceros, trátese de sociedades de otros países o incluso mexicanas.
Desconozco si esta circunstancia será tan generalizada como para hacer que las inversiones chinas prácticamente hayan desaparecido en 2023, pero es una de las hipótesis que pueden explorarse.
Los inversionistas provenientes de China, de acuerdo con desarrolladores, están más interesados en comprar propiedades para instalar sus plantas que en rentar espacios y no dejan los inmuebles adquiridos sin instalaciones.
Anecdóticamente, se sabe, por ejemplo, que Tesla, para su proyecto en Santa Catarina, en Nuevo León, está buscando atraer proveedores chinos, aprovechando a los que ya tiene en su planta de Shanghái, desde luego, además de los muchos proveedores mexicanos que le abastecen su operación en Texas.
No cabe duda de que la presencia creciente de inversión china en México es una de las grandes novedades de los últimos dos años.
Así que convendría buscar la manera de medirla mejor para no levantar suspicacias, pues ya vimos, en el caso del acero y el aluminio, que la posición de algunos productores norteamericanos puede volverse más proteccionista en la medida que se acerquen las elecciones.