Todo indica que este miércoles 8 de agosto habrá presidente electo, pero hay que marcar el mejor día para las empresas y la economía en general desde que Andrés Manuel López Obrador ganó: el 3 de agosto de 2018.
Este viernes México celebró el Día Mundial de la Cerveza sabiéndose campeón global en exportación del líquido ambarino. Por aquello de lo que imaginó el “Chicharito” durante el Mundial.
Puede haber críticas ante ese hecho, como en casi todos los sucesos, pero pongamos en el coctel de sentimientos los casi 6 mil millones de dólares que desde septiembre tiene listos para invertir FEMSA, presidida por José Antonio Fernández Carbajal —que de facto es la mayor cervecera mexicana— dueña desde la década pasada de una parte de Heineken global. La mitad de ese dinero viene de una buena venta de acciones que hizo justamente de esa empresa de origen holandés.
Pero eso no refiere lo más relevante ocurrido el viernes, sino aquello de la fiesta que armaron los mexicanos después de la victoria de AMLO.
El Inegi ya nos dio un veredicto mediante una encuesta liberada el fin de semana: la percepción de la gente respecto a su situación económica saltó como nunca. Al menos, como nunca se había medido antes.
Los fríos análisis bancarios suponían que la confianza del consumidor daría un pequeño brinco el 3 de agosto, día en que el Inegi entregó la primera encuesta de percepción económica después de la elección, pero la evidencia muestra más bien un salto sin precedentes.
Hagamos un espacio para los economistas: el índice debió moverse a unos 90 puntos, según los analistas, pero superó los 100. Estamos en niveles comparables con aquellos del 2008, justo antes de que se desatara la peor crisis global que ha visto esta generación, iniciada con la quiebra de Lehman Brothers.
Los mexicanos verdaderamente creen que su situación mejorará en los próximos 12 meses. ¿La razón principal? Atención: Están casi seguros de que los precios bajarán.
Aquí hay un tremendo reto para la administración de AMLO, pues acudiendo a sus propias palabras, las tarifas controladas por el gobierno no se reducirán. En el mejor de los casos no aumentarán en términos reales. Traducción: aumentarán lo que aumente la inflación general, no más, tampoco menos.
El mayor reto radica en la decreciente posibilidad de que la economía mantenga cuando menos el mediocre ritmo de crecimiento nacional que ronda el 2 por ciento anual.
Pero el gremio de Fernando López Macari ya vaticina el posible arribo de aguafiestas: nos amenaza la “atonía”, refiere el IMEF, que agrupa a los directores de finanzas de las principales empresas de México.
“La economía mexicana parece estar entrando en una fase de atonía, donde el crecimiento pudiera ser muy bajo o incluso nulo”, expuso el IMEF.
¿Las razones? En voz de López Macari están los aranceles que Estados Unidos quiere cobrar por casi todo para que entre a su país, el proceso del Brexit en el Reino Unido —ahora que los ingleses también quieren una fiesta para ellos solos— una posible elevación del precio de los energéticos que aquí he mencionado y la nueva dinámica de los bancos centrales que puede encarecer el crédito que obtiene desde quien tiene una tarjeta o compra una casa, hasta quien pide para abrir un negocio. Todo eso puede meter a la economía en un nudo y a AMLO en la disyuntiva de ser fiel a sus promesas o mantener estable el rumbo económico nacional. Esa película puede verse hacia el inicio de 2019.
Mientras, gocemos la resaca del Día de la Cerveza del viernes pasado, que según el Inegi, México la envasa solo en empaques reciclable: 38 por ciento en latas; 37 por ciento en envases retornables y 25 por ciento en botellas no retornables, ambas de vidrio. Hasta con esas, que beber cerveza en eso golpea poco la ecología.