La gobernadora de Campeche, doña Layda Sansores, está protagonizando un espectáculo político cada semana que es una especie de “mañanera”, en la que supuestamente informa de los avances y aconteceres en el estado que se supone gobierna. El programa es una muestra más del género telepopulismo, tan de moda hoy en varios lados del orbe.
Personaje chusco de la política nacional, Sansores ha utilizado ese espacio con éxito para denunciar al dirigente nacional del PRI y exgobernador de Campeche, el famoso señor Alito. Para tal efecto, la señora Sansores exhibe públicamente grabaciones ilegales de conversaciones telefónicas del señor Alito en las que se escucha al presidente tricolor vituperar con lenguaje cavernario y procaz perfectamente creíbles en el máximo líder priista. Las llamadas revelan una serie de calificativos sobre la prensa y empresarios que no le dan el dinero que necesita el pobre Alito.
También hay una serie de supuestos negocios “chuecos”, pagos a medios de comunicación y cosas de lo que se conoce en la política nacional como “operación política”. La semana pasada el asunto llegó un poco más allá cuando la fiscalía de Campeche divulgó un video en el que entran a realizar un cateo a una mansión del priista. Hasta a López Obrador le pareció un exceso dicha exhibición.
Me parece que el señor Alito es impresentable, que debe responder ante la justicia, que las propiedades exhibidas por la gobernadora y otras denuncias periodísticas lo exhiben como un político inviable para una oposición que necesita presentarse ante la ciudadanía, aparte de su antilopezobradorismo, con la cara limpia. La imagen del priista por supuesto que afecta a su partido, pero también a la supuesta alianza que piensa hacer con el PAN. Políticos como Alito –hay muchos así– son uno de los motivos del triunfo apabullante de López Obrador. Inexplicablemente, el señor sigue en su puesto y además ¡lo respalda el PAN!
Dicho lo anterior, paso a mencionar que Layda Sansores es una figura grotesca en todos los sentidos y que ha llevado la política de su estado a niveles más bajos, por lo menos públicamente, que los de Alito. Su programa mediático –que recuerda vivamente a Laura Bozzo y que será replicado en otros estados, sin duda alguna– se ha convertido en un patíbulo y en un espacio para actos de bajeza inusitada, como lo es la amenaza a las diputadas priistas de publicar fotos “intimas” que “encontraron” en los teléfonos de su mal afamado compañero de partido. Esto no es lamentable, es repudiable y condenable. Amparada en su puesto de gobierno y en el acceso ilegal a grabaciones telefónicas, la libidinosa señora muestra su ínfima calidad moral y conciencia de lo que viven las mujeres en este país al amenazar así a un grupo de mujeres que tienen todo el derecho a hacer lo que les plazca sin que ningún gobernante tenga por qué mirarlas y, mucho menos, condenarlas de esa manera. Lo que hizo la gobernadora fue un acto ruin y de una mezquindad absoluta.
La señora Layda Sansores les debe por lo menos una disculpa pública a las mujeres diputadas del PRI, pero también a las mujeres mexicanas en general porque ella, como gobernante, se convirtió en una acosadora, en una violentadora de la intimidad de mujeres. Qué vergüenza de gobernante.