Atrapado en los saldos negativos de su gobierno, el Presidente López Obrador se hace la víctima y fabrica chivos expiatorios.
Todos los aspirantes a tiranos buscan chivos expiatorios llamándolos traidores y enemigos del pueblo (la prensa, el Poder Judicial, algún grupo étnico).
Según AMLO, sus adversarios en los medios de comunicación lo quieren ver muerto, y mencionó a dos comunicadores, nada menos que en un mensaje al país desde la sala “La Traición” (la Intendencia) de Palacio Nacional.
Mintió para estimular el odio hacia dos comunicadores críticos.
Le dijo “al pueblo” algo que está en la página uno, línea uno y párrafo uno del manual de cualquier aspirante a tirano: “Mis enemigos son tus enemigos”.
“Me quieren ver muerto”, dijo el Presidente y les mentó la madre con una anécdota del siglo antepasado.
Pero ningún periodista ha expresado tal deseo. En las “benditas redes sociales”, sí. De la misma manera en que los propagandistas de su gobierno desean la muerte de periodistas y opositores.
El Presidente cosecha lo que sembró: odio entre mexicanos. Será, quizá, su peor herencia.
Después del COVID que le afectó por tercera vez, vemos a un López Obrador aún más agresivo. La respuesta a cualquier duda sobre su verdad es el ataque. Y qué ataques.
¿Cómo no dudar de su versión sobre la enfermedad, si en cuatro años de gobierno ha mentido, o hecho afirmaciones sin sustento, en 101 mil 115 ocasiones, según la contabilidad de SPIN-Taller de Comunicación Política?
En su primera conferencia mañanera después del supuesto covid, López Obrador llamó desfachatado y cretino al periodista Raymundo Riva Palacio.
¿Por qué? Porque se disculpó por publicar que el Presidente había sufrido un infarto. Las fuentes del periodista se equivocaron en el diagnóstico.
Lanzó un exhorto a que lo corran de Televisa: “Es increíble el grado de desfachatez, el cretinismo de estas gentes, lo que hizo Riva Palacio: ‘Ofrezco disculpas, me fallaron mis fuentes’, y ya. Yo le digo a Televisa que ya no siga contratando a gente sin ética, sin moral, que realmente informen, que no manipulen”.
El Presidente se escandaliza porque un periodista reconoce un error y se disculpa, cosa que él jamás ha hecho.
“Me fallaron mis fuentes, y ya”, dijo AMLO a manera de reproche.
Si el periodista es “desfachatado y cretino” por dar a conocer un diagnóstico equivocado de la enfermedad presidencial, ¿qué opinará López Obrador de sí mismo?
El Presidente de la República se equivocó en el diagnóstico de la gravedad del covid en México y murieron 667 mil personas, en exceso, entre marzo de 2020 y diciembre de 2021.
Su diagnóstico equivocado lo llevó a invitar a los ciudadanos a salir a las calles y restaurantes, sin cubrebocas, durante la pandemia.
AMLO le provocó la muerte a decenas o cientos de miles de mexicanos por sus mentiras durante la pandemia: que el billete de un dólar, el escapulario, o con que la mejor prevención era no mentir y no robar.
Si, según él, a un periodista lo deben correr por haber admitido un error que no le causó daño a nadie, ¿qué hacer con un Presidente que causó la muerte de miles y miles de personas al mentir sobre el COVID?
Los errores de López Obrador en la compra de medicinas han provocado la muerte de al menos 3 mil niños con cáncer, recordó en San Lázaro el exsecretario de Salud Salomón Chertorivski.
AMLO anda atacado de risa luego de sermonear que a los periodistas que no creen en su verdad “los considero muy desprovistos de buenos sentimientos, muy solos, con mucho odio, no hay que desearle mal a nadie”.
¿Y los 40 migrantes quemados vivos en una cárcel de migración en Ciudad Juárez?
Todo ese desastre mortal de su presidencia, él lo quiere borrar e imponer su verdad.
Y como todo aspirante a tirano, fabrica chivos expiatorios: le dice “al pueblo” que sus adversarios son los culpables, que no tienen sentimientos, “gente de malas entrañas, que siempre andan deseándole mal a otros”.
Él, en cambio, sufre como Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero y Cárdenas, los embates de la prensa “conservadora”.
A un gran periódico lo llamó “pasquín”, en la primera conferencia de prensa después de su tercer covid. “Ahí no hay nadie que haga periodismo profesional”.
Hacer periodismo profesional, para un aspirante a tirano, es ceñirse religiosamente a la verdad oficial. Al pensamiento único: el suyo.
Sin mediar pregunta y sin que viniera al caso, atacó a otro periódico. A sus anunciantes (“los que lo impulsan”) los llamó “turbios” y “corruptos”.
Dijo: “No hay en México nada más turbio que lo que defiende” ese periódico; “lo puedo probar, técnica, científicamente”.
El tiempo constitucional de su presidencia se le acaba.
Su legado es atroz.
Y atacará con más furia a los chivos expiatorios.