Cuando hace ya unas semanas Ricardo Anaya acusó a El Universal de haber fabricado una campaña en su contra por encargo del PRI, para desprestigiarlo, para muchos sus declaraciones olieron a Morena y a complot, para otros a inexperiencia.
Los que conocemos y queremos la noble actividad del periodismo de tiempo atrás sabemos que lo inteligente es siempre estar cerca de los medios y lo acertado es el diálogo. Los periódicos son como los árbitros, tienen las tarjetas, tienen el poder, y es bueno que así sea.
Hace tiempo el danés Hans Christian Andersen escribió que "la prensa es la artillería de la libertad" y es que sin prensa, sin periodismo, cómo podríamos conocer lo que en realidad está sucediendo, porque si bien la prensa no es ni mucho menos la verdad absoluta, es uno de los mejores espejos que hemos inventado para mostrarla.
La verdad es tan grande, tan rica, a veces tan compleja y tan imponente que conocerla toda es casi imposible; sin embargo, los medios que nos dan pinceladas de ella, nos dan acceso a ella aunque sea imperfectamente.
La historia de la relación del poder con la prensa ha dejado ya lecciones importantes, una de ellas es que quien se pelea con un medio cava, tarde o temprano, su propia tumba.
La verdad a la que tienen acceso siempre los buenos periodistas es tan fuerte que puede tumbar a cualquier persona y a cualquier gobierno. Cuando en los años setenta Bob Woodward junto a Carl Bernstein sacaron a la luz en el Washington Post el caso Watergate terminaron quitándole la Casa Blanca a Richard Nixon.
Hay otras historias en las que los medios ha pasado la factura a políticos que se han querellado con ellos, como es el caso de Néstor Kirchner y sus pleitos con El Clarín o el de Fox y el Bronco -modelos básicos similares- que cuando se han sentido exhibidos por los medios han sugerido al pueblo no leerlos .”Siempre están cuestionando”, se atrevió a decir hace poco el Bronco quejándose de la prensa.
La verdad no mata pero incomoda y si Ricardo Anaya, que le gusta tener el sartén por el mango, sintió que perdía el control, no debió nunca haber acusado al medio de un complot sino haberse ocupado en demostrar su inocencia.
Un periódico se puede equivocar, incluso decir una mentira, pero cuando El Universal presentó la información que presentó sobre Anaya, fue porque tenía bien amarrado el caso.
No voy a defender ahora a un medio porque además no lo necesita, basta reflexionar que El Universal, el gran diario de México, con más de 100 años de historia no puede ni debe ser increpado así por un joven novel político. Versión nacional 2017 de David y Goliat.
Y aunque el presidente nacional del PAN, Ricardo Anaya, informó que un juez federal resolvió a su favor en una demanda contra el diario, éste recurrirá a un tribunal unitario, por lo que el juicio continúa y aunque al final llegara a ganar la verdad jurídica, la verdad mediática no la ganará.
Quedó demostrado que toda la historia que inventó El Universal del supuesto enriquecimiento de mi familia, no era más que una vulgar mentira pic.twitter.com/wxyiLirVlg
— RicardoAnayaC (@RicardoAnayaC) 25 de octubre de 2017
La libertad de expresión es un derecho humano, de su protección y fortalecimiento dependen cosas mayores. La tarea de la prensa es ser vehículo para la difusión de un derecho esencial de toda democracia: la información.
No es maduro acusar a un medio cuando publica verdades incómodas, ni inmolarse por lo publicado.
Recuerde usted señor Anaya, sin libertad de expresión no hay democracia. Son conceptos que no pueden caminar por separado. Van unidos indefectiblemente, porque se nutren y se necesitan.
Son valores excluyentes don Ricardo: sin democracia no hay libertad de expresión y sin libertad de expresión no hay democracia.