Salvador Camarena: La condena de los dos Méxicos

El Presidente visitó Tabasco, en plena jornada electoral
El Presidente visitó Tabasco, en plena jornada electoral
López Obrador.El Presidente visitó Tabasco, en plena jornada electoral
Cuartoscuro
autor
Salvador Camarena
Periodista
2022-06-06 |07:31 Hrs.Actualización07:31 Hrs.


Salvo una enorme sorpresa de última hora, el movimiento del presidente López Obrador ganará este domingo electoral la mayoría de las gubernaturas en juego (esta columna fue redactada antes del cierre de casillas).

El que Morena tenga la mayoría de los gobiernos estatales, sin embargo, no necesariamente impactará en reducir la división de México, estatus previo a 2018 y realidad que la actual administración para nada ha buscado corregir.

En la elección presidencial se votó por un cambio. Pero éste no ha ocurrido tanto por resistencias –pasivas y activas– de quienes perdieron hace cuatro años, como por la falta de visión política e incapacidad técnica del gobierno.

Tras su triunfo electoral, AMLO hizo exactamente lo contrario de su predecesor. Con más poder en las cámaras legislativas que ningún presidente en 20 años, al contrario de Peña Nieto el tabasqueño nunca emprendió un intento serio por sumar a sus reformas a algunos de los perdedores de la elección. Si luego alguna de sus iniciativas –como la de la Guardia Nacional– fue aprobada también por la oposición fue algo circunstancial.

Ahí se perdió la oportunidad de comenzar a abatir la división mexicana. El ganador no hizo política, sólo ejerció su poder. La legitimidad de esa decisión no está en duda, pero, ¿pudo llegar más lejos López Obrador si hubiera negociado con otras fuerzas? Dicho de otra manera, ¿habría evitado costos –menor crecimiento del PIB, por ejemplo– que a final de cuentas empañarán su gestión?

El opositor que fue López Obrador hizo carrera denunciando que había dos Méxicos. Y tenía razón. Pero una vez convertido en presidente, Andrés Manuel no abandonó ese discurso, sino que le ha conferido categoría de política pública, con palabras y obras.

Que por seis años los pobres sean los protagonistas del discurso no tiene nada de malo. Pero el marginar a otros sectores a la hora de definir y ejecutar políticas públicas sí deriva en consecuencias de naturaleza negativa: AMLO creyó que sólo con su gobierno podría crear una nueva realidad, nunca entendió que la administración es apenas una parte del motor nacional.

Pragmáticamente, los empresarios definieron tiempo atrás que soportarían al gobierno descontando los costos que se fueran presentando. Si éste no los incluía, sino para sablearlos –la rifa no rifa del avión–, estigmatizarlos o eventualmente pedirles ayuda en casos concretos, por ellos mejor.

Se dedican a lo suyo; asumieron que cuando una empresa tenga la mala suerte de atravesarse en un plan gubernamental, que lo resuelva con sus uñas; y las demás a aguantar, sin grandes pérdidas, cabe decirlo. En esa ruta, el individualismo empresarial será en este sexenio de antología.

Y lo mismo ocurre con otros sectores. En nombre de los que menos acceso a la salud tienen, el Presidente ha denigrado a los gremios médicos; en nombre de los que menos universidad han podido cursar, a las instituciones académicas; pero con esas descalificaciones ni cambia las mentalidades de “los privilegiados”, ni garantiza a los marginados una nueva realidad en derechos y servicios.

Morena amanece con más gubernaturas. Ello no se traducirá en menos división y más progreso porque AMLO renunció a sumar a adversarios. Y de cara a las presidenciales de 2024 aún menos buscará abatir la división de la cual nutre su discurso revanchista.

Estamos condenados a los dos Méxicos. Ambos tratan de salvarse por sus propios medios, pero unos tienen recursos, mientras otros nada; para los segundos el gobierno, salvo transferencias y discursos, no tiene qué ofrecerles, pues renunció a hacer política para entre todos cambiar esas condiciones de marginación, esa división.