Fernando Dworak: ¿Prohibir el chapulineo?

Los senadores Araceli Saucedo y Jesús Sabino se sumaron a la bancada de Morena
Los senadores Araceli Saucedo y Jesús Sabino se sumaron a la bancada de Morena
Y los perredistas.Los senadores Araceli Saucedo y Jesús Sabino se sumaron a la bancada de Morena
Cuartoscuro
autor
Fernando Dworak
Analista y consultor político
2024-08-29 |07:16 Hrs.Actualización07:15 Hrs.

El cambio de partido de dos personas senadoras del extinto PRD a Morena abre una vez más el debate sobre por qué el chapulineo y si se debiera prohibir, ante argumentos que dicen todo y nada, como una traición a la ciudadanía o a sus partidos. Dejemos a un lado el hecho de que la ciudadanía aprueba o rechaza los chapulineos según refuercen o no sus filias y fobias: ¿es buena idea prohibir los cambios de partido? ¿O habría que poner más atención en otras normas, como las de los propios institutos políticos?

Aunque la política evoluciona gracias a las traiciones, es indispensable que éstas no se perciban como tales, para ser exitosas. En este caso el chapulineo es traición, cierto, pero ¿por qué algunos saltos se celebran y otros se condenan? En los primeros casos, la ciudadanía debe estar convencida que quien chapulinea lo hace porque cree en las causas que tanto pregona, pues la persona que salta se está jugando su capital político. Por eso de cada 10 intentos, nueve son un viaje de ida al olvido.

Quien chapulinea lo hace porque ya no tiene cabida en su partido original, sea porque se ha vuelto indeseable, porque sus dirigencias no le dieron lo que buscaba y no hay posibilidad de acomodo y en el caso de los integrantes del otrora PRD, porque ya no tienen el apoyo de un instituto político que les garantice la continuidad de su carrera política. Es decir, quien brinca lo hace porque se hace más barato salirse de una agrupación que quedarse.

Por ejemplo, durante los noventa los chapulineos eran celebrados porque las personas se salían del PRI e iban al PAN y al PRD. Ya desde esos años el tricolor era cada vez menos capaz para dar acomodo a todas las ambiciones en su interior, y la entonces oposición comenzaba a ser competitiva y los brincos muchas veces les daban los votos necesarios para ganar elecciones.

Actualmente, es difícil que haya brincos de Morena al Frente o a MC, mientras haya capacidad de acomodo y la victoria dependa de la unidad. Es decir, para los guinda es más fácil aguantar hasta lo indecible que salirse. En casos extremos, se puede brincar dentro de la órbita del obradorismo al PT o al Verde. Quizás veamos mucho de eso si Claudia Sheinbaum no logra llenar los vacíos que vaya dejando López Obrador al irse retirando de la vida pública. 

Al contrario, por la misma lógica de los años noventa, los saltos son de la oposición tradicional hacia MC, Morena o aliados. La razón: no hay certeza de victoria para el PRI o el PAN salvo en algunos cargos, la capacidad de acomodo en esos partidos es baja, no hay una narrativa que una a tan diversos intereses, y las dirigencias están más preocupadas por acomodarse en espacios seguros, mientras tengan la capacidad de controlar accesos a candidaturas y prerrogativas.

Si hay lógicas detrás del chapulineo, ¿cómo distinguir al sólido del propagandístico? Van algunos criterios. Primero: ¿tiene la persona bases electorales propias, que lleguen a cambiar la correlación de fuerzas? No es lo mismo una presidencia municipal o una diputación de mayoría, que una regiduría o un asiento de representación proporcional, por ejemplo. Segundo: ¿qué imagen pública tiene la persona que brinca? No es lo mismo alguien con una narrativa personal emocionante y convincente que personas con un historial largo de escándalos en sus cargos.

¿Se ganaría algo con prohibir el chapulineo? Si el chapulineo refleja la incapacidad de los partidos de origen para acomodar intereses o siquiera generar procesos internos de selección de liderazgos y candidaturas medianamente democráticos, la prohibición los premiaría en lugar de verse obligados a transformarse o desaparecer. Si las personas tienen que quedarse en sus institutos políticos de origen a la fuerza, se acumularían tensiones que podrían acelerar sus procesos de disolución.

Nos guste o no, el chapulineo ayuda a mover la política. ¿Qué tal si, en vez de escandalizarnos, nos indignamos por una oposición que ni si quiera tiene la capacidad de actuar cohesivamente?