La candidatura de Claudia Sheinbaum está saliendo carísima. Y no me refiero al costo político, ese que lo asuman López Obrador y la propia señora. El asunto es que el rescate de esa moribunda candidatura de la corcholata preferida del Presidente está costando millones de pesos del erario público, la distracción de servidores públicos de alto nivel que deberían estar concentrados en otras cosas y, en el colmo de la desfachatez, el uso y abuso de elementos de diversos cuerpos de seguridad en decenas de miles para apuntalar los anhelos de la señora.
Es evidente el gasto en el cambio de imagen. Es de esperarse que eso no salga del dinero público, aunque es muy probable que salga del bolsillo de proveedores de su gobierno. El cambio ha ido dando tumbos de un lado a otro. No más no le atinan con la pobre señora: que ahora es una señora alivianada que toca la guitarra, que ahora es la prometida que se va a casar, que ahora hace aerobics, que ahora es inspectora de obras, que ahora va en el camión, que ahora viaja para promover sus éxitos, que ahora tiene que regresar porque se volvió a accidentar el Metro, que ahora le ponen tacones, que ahora le ponen vestido, que ahora sonríe, que ahora se frivoliza, que le contratan un español para asesorarla, que ahora le cambian el peinado y la ponen como para película de Pili y Mili, que ahora le sabotean el Metro, que resulta que le hacen campaña en contra, que parece que no les cae muy bien a algunos y eso es muy mala onda, que ahora resulta que hay gente que le hace propaganda negativa y que no se vale, que ahora le mandan 6 mil miembros de la Guardia Nacional para amedrentar a los usuarios del Metro o que ahora dispuso de más de un centenar de granaderos para confiscar propaganda en su contra, que ahora Marcelo le tira mala vibra, que Adán se le quiere adelantar y que eso es de conservadores, que ahora el Presidente dice que ella es la buena, que ahora el Presidente va a las oficinas de la señora y le dice “mi hermana”, que ahora los diputados le pagan sus anuncios, que ahora los retiran, que ahora unos miembros de Morena ya abiertamente apoyan a las otras corcholatas… en fin, que pobre Claudia, anda para arriba y para abajo, aunque todos ven que nada más va para abajo.
Rescatar la candidatura de Claudia está exigiendo más de lo que se pensaba. Y es que no es fácil dar a conocer a alguien en todo el país, que ese alguien caiga bien y que quieran votar por esa persona. Suena complicado, y más aún cuando se trata de una persona poco carismática, por decirle de alguna manera a esa forma que tiene el hielo de tratar de comunicarse. Por supuesto que también cuenta la soberbia de creer que se puede gobernar –es un decir– una de las ciudades más grandes del mundo y pensar que no te va a pasar nada y que cruzarás ese gigantesco pantano sin macharte.
Por lo pronto seguiremos viendo la patética y carísima película producida por la 4T: Rescatando a la candidata Claudia.