La declinación de ocho ministras y ministros a participar en la elección que renovará la Suprema Corte confirma que México ha entrado en un limbo judicial donde el caos será la nueva normalidad.
Este miércoles se notificó oficialmente que las ocho personas del máximo tribunal no identificadas con Morena se descartan como candidatas a la nueva Corte.
Algunos interpretan, equivocadamente, tal decisión como una renuncia de los susodichos. No hay tal. Renunciar lo que se llama renunciar (jugoso haber de retiro incluido), lo hizo Arturo Zaldívar.
Los actuales ministros no renunciaron. Toman el boleto de salida que les deja la nueva ley, y lo hacen en medio de un galimatías político-jurídico.
Porque si una de estas ministras(os) hubiera renunciado antes de que el 15 de septiembre se promulgara la nueva ley, ese asiento habría sido llenado con alguien incondicional a Palacio. Y, ahí sí, se entregaba de inmediato el control total del PJ al morenismo.
Hay que ponderar, entonces, que independientemente de cálculos personales, todas las personas que declinan la elección como vía para permanecer, se quedaron en medio de una creciente tensión y a sabiendas de que la justicia cambiaría dramáticamente.
Ahora anuncian que se quedarán hasta el 31 de agosto. Será, está regalado predecirlo, una nueva agonía para esos impartidores de justicia. Y lo mismo aplica para los 400 jueces y magistrados que han informado su decisión de no ir a las urnas para retener su puesto.
Si el martes la mayoría morenista jugueteó con no aceptar las renuncias de impartidores de justicia, como amenaza para cancelarles su haber de retiro, ¿qué se puede esperar que hagan con ellos en los siguientes diez meses, plazo en que serán sustituidos?
Ese amago por parte de ensoberbecidos legisladores morenistas es una marrullería típica del morenismo, empeñado hoy en homenajear con sus atrabiliarias decisiones lo peor del PRI del siglo XX. Y es un anuncio de lo que están dispuestos a intentar no en el futuro, sino ya.
Que las cosas sean llamadas por su nombre. Las y los ministros no renunciaron. Tampoco esos jueces y magistrados que no se ven en las campañas. Porque sólo puede renunciar quien tiene opciones. Y al Poder Judicial no se le dio la de competir en buena lid.
Suponer que particularmente cada una y uno de esos ocho integrantes de la actual Corte tiene una oportunidad, así sea remota, de ganarle una elección a quien ponga Morena es infantiloide, un insulto a la inteligencia y a la democracia.
Humillación segura es lo que les esperaría: un epitafio histórico que el oficialismo buscaría cincelar a fin de confirmar que el “pueblo” los juzgó ahora a ellos y que la sentencia es la vergüenza de una goliza electoral.
Y mientras llega la elección, todos los días serán para esos que se van, igual en 2025 o en 2027, un calvario: Morena los acechará para que fallen a favor de lo que el régimen quiera.
Que nadie se confunda: las consecuencias de ese acoso no las sufrirá sólo el PJ; sino que, como bien advirtió esta semana el ministro Javier Laynez en entrevista radiofónica, impactará en los derechos de toda la sociedad. Y aunque no “se note”, ese caos ya inició.
P.S.
Chistoso: en la era del “es tiempo de mujeres” no falta quien diga que todo esto no hubiera sucedido si la ministra Piña se hubiera puesto de pie en Querétaro el 5 de febrero de 2023. Es decir, justifican que el orgullo de un macho herido nos cueste todito el Poder Judicial. Guau.